Ser madre siempre es una bendición, porque llevas en tu interior a un pequeño ser que te hará replantear toda tu existencia y que siempre tendrá un lugar especial en tu corazón. Una joven de 23 años nunca se imaginó lo que la maternidad traería consigo, su vida estaría cargada de bendiciones, pero también de retos.
Angie Ardolf conoció al padre de su hija en la universidad, tenía pocos meses de haberse graduado y estaba trabajando como pasante de relaciones públicas cuando se embarazó, en ese momento ella pensaba que no estaba preparada para ser madre.
El día de su primer ultrasonido, el doctor le informó que el bebé era más pequeño de lo que se esperaría en esa etapa del embarazo. Más tarde, ese mismo día, descubrió la devastadora noticia de que el padre de su bebé había muerto tras atentar contra su vida.
«Su hija tiene microcefalia, sus ventrículos cerebrales están dilatados, tiene una obstrucción intestinal y sus riñones son pequeños. Ella estará severamente discapacitada”, dijo el médico.
El 11 de noviembre de 2004, Ruby nació, 7 semanas antes. Esa noche una enfermera confirmó que, además de tener microcefalia, Ruby también estaba ciega.
“Nunca dejé que sus palabras me impidieran hacer todo lo que podía por Ruby. La llevé a terapia ocupacional y del habla dos veces por semana durante años, y para sorpresa de todos, excepto la mía, Ruby comenzó a caminar a los 3 años y a hablar a los 4”, dijo Angie.
“Algunas personas podrían decir que salvé a Ruby, pero la verdad es que Ruby me salvó a mí. Ella me ha mostrado cómo superar el dolor y la tristeza”, afirmó Angie.
A medida que Ruby crezca, continuará demostrando que es capaz de superar obstáculos y hacer cosas increíbles como la guerrera que es.
Comparte esta inspiradora historia con todos tus amigos y recuerda que para el amor de una madre no hay ningún obstáculo lo suficientemente grande.