A principios de esta semana, el neurocirujano pediátrico James T. Doodrich se convirtió en una más de las miles de víctimas que ha cobrado el coronavirus en la ciudad de Nueva York. Este hombre de 73 años es reconocido entre sus colegas y el mundo por su profesionalismo y el éxito cosechado a lo largo de su carrera.
De forma especial, Doodrich era conocido mundialmente por haber operado hace cuatro años a los gemelos Jadon y Anais McDonald, quienes se encontraban unidos por su cabeza.
James T. Doodrich murió el lunes pasado en el Hospital de Niños del Centro Médico Montefiore en la ciudad de Nueva York, la misma institución en la que trabajó durante años.
Según se informó, su deceso estuvo vinculado a complicaciones respiratorias relacionadas con el COVID-19.
Este neurocirujano sirvió de mentor a otros médicos jóvenes y trabajó en el hospital del Bronx, donde fue director de la división de neurocirugía pediátrica. Además, se destacó como profesor de cirugía neurológica clínica, pediatría, cirugía plástica y reconstructiva en el Colegio de Medicina Albert Einstein.
Sin duda alguna, a lo largo de su carrera este especialista marcó de forma positiva la vida de más de un paciente y por esa razón su pérdida dejó sin aliento a su comunidad.
“El Dr. Goodrich fue un icono de nuestra institución y lo extrañaremos mucho. Su experiencia y habilidad sólo fueron superadas por su amable corazón y actitud”, dijo el CEO de Montefiore Medicine, Dr. Philip O. Ozuah.
La separación de los hermanos McDonald fue la cúspide de su trayectoria profesional, al lograr con éxito una operación que demoró más de 27 horas en realizarse.
Estos pequeños nacieron unidos por su corona y compartían una sección de tejido cerebral de cinco a siete centímetros. No obstante, y de forma increíble el médico logró separarlos mediante el uso de tecnología de impresión 3D para mapear la anatomía de los niños, en un proceso que contó con al menos cuatro etapas.
Este hombre, junto al equipo quirúrgico que dirigió, conformado por más de 40 personas, lograron cambiar la vida de estos pequeños. Sin embargo, nadie pudo mantener al Dr. Goodrich con vida ante la crueldad de esta pandemia que ha ya superado los 52.000 muertos en todo el mundo.
Hoy el mundo de la ciencia llora la lamentable pérdida de este neurocirujano quien, además, se destacó como infante de marina durante la guerra de Vietnam. Fue ese el momento en que su corazón supo que su destino era realmente la medicina.
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