Pâmela Rayelle Guimarães y su esposo habían esperado con ansias su segundo embarazo. Tenían otro bebé de poco más de un año, pero soñaban con tener otro hijo.
Todo parecía marchar de maravilla, pero cuando Pâmela tenía 16 semanas de embarazo, una ecografía reveló algo que alarmó a los médicos.
La cabeza del bebé lucía más grande de lo normal y esto podía indicar serios problemas en su cerebro.
Realizaron varias pruebas y confirmaron que el bebé tenía hidrocefalia en tres ventrículos del cerebro. Cada vez que acudía a una consulta, Pâmela recibía peores noticias.
Algunos le aseguraron que su bebé nacería en estado vegetativo y otros le recomendaron interrumpir el embarazo.
En la semana 26, un obstetra de confianza le aseguró que podía seguir adelante ya que el riesgo no había aumentado. Pâmela y su esposo rezaron muchísimo y esperaron lo mejor para su hijo.
“Me informaron que la hidrocefalia era muy grave y se apoderaba de casi todo el cerebro. Pensé que todo sería de acuerdo con la voluntad de Dios”, dijo Pâmela.
Finalmente, el pequeño nació a través de cesárea una vez que cumplió las 40 semanas de gestación. El proceso resultó muy delicado. Gabriel se quedó sin oxígeno por unos segundos y tragó mucho líquido.
Sin embargo, para sorpresa de todos, no necesitaron internarlo en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Recibió el nombre de Gabriel da Silveira Guimarães y no ha dejado de demostrar que tiene muchísima fortaleza.
Los médicos han quedado atónitos al ver que Gabriel no sufrió consecuencia alguna por la hidrocefalia. Comenzó a hablar y a caminar a los 11 meses sin ninguna dificultad.
El equipo médico ha realizado un sinfín de pruebas para asegurarse de que todo marche en orden y el valiente Gabriel siempre ha demostrado estar cada vez más fuerte y saludable.
La familia lo llama su “Pequeño Milagro” y el niño tiene un pasatiempo muy particular: celebrar sus propias misas.
Cada vez que iban a misa, Gabriel se concentraba al máximo en todos los movimientos del cura. Preguntaba a sus padres cuáles eran los nombres de todos los objetos litúrgicos y una vez que llegaba a casa comenzaba a dar su propia versión de lamisa.