La protagonista de esta historia es la señora Ana María Aranha, de 58 años, que trabaja como enfermera de Capivari, en el interior de la ciudad de São Paulo, la reconocida metrópoli de Brasil.
Ana María Aranha, pasó de ser la empresaria común a una heroína para la comunidad LGTBIQ+ de São Paulo, todo el orgullo de la ciudad está feliz por la ayuda que le brindó Ana a su hijo y yerno.
El hijo de Ana María se llama Luis Henrique, tiene 32 años y se casó hace cinco años con el amor de su vida, Gustavo Salles, de 26 años. Ellos durante años buscaban agrandar su familia y no veían la hora, sobre todo el joven Gustavo.
Mientras buscaban la forma de ser padres, la primera opción fue la adopción. Lamentablemente, el camino a la adopción se entorpeció por el hecho de ser una pareja homosexual, situación que desilusionó a la pareja.
Después de superar el hecho de que no podían adoptar, recurrieron al vientre en alquiler; cuando comenzaron a buscar la mujer que llevaría a sus hijos, la mamá de Luis se ofreció, ella dice que se enfrentó a toda la resistencia social y religiosa, pero aún así prestó su vientre para cumplir el sueño de su hijo y de su yerno.
Ana María cuenta que se ofreció porque quería ayudarlos de cualquier forma pero temía que la edad fuese un problema. Ella como madre sabía que su hijo necesitaba cumplir ese sueño.
Apenas la señora Ana María se ofreció como vientre prestado, Gustavo, su yerno, comenzó a buscar clínicas de fertilización en la ciudad, y afortunadamente para ellos los médicos decían que había posibilidad. Para que funcionara, tenían que estimular el útero de la madre que ya había entrado en menopausia.
Gracias al tratamiento, el útero recobró la elasticidad, y no sólo eso, Luis, su hijo, dijo que “Parecía como si ella se hubiera vuelto más joven y, aunque no tenía condiciones de producir óvulos, podría recibir la inseminación y tener a los bebés”.
Luis estaba un poco asustado y dudoso de que la madre fuese la portadora de sus bebés, pero su esposo y madre lograron convencerlo.
Para la inseminación fueron usados óvulos de una donadora anónima, pues la ley brasileña no permite una donación por persona con vínculo afectivo o familiar. De los ochos óvulos fecundados con esperma, dos pasaron la prueba y fueron escogidos uno de cada uno para la inseminación. Tal proceso se llevó a cabo el 23 febrero del 2016.
Finalmente supieron que obtuvieron los resultados esperados gracias a una prueba de embarazo farmacéutica común y después fueron directamente a realizarse un examen clínico para confirmar la buena noticia, Luis dice que fue un momento de mucha alegría.
La satisfacción de la señora Ana María es que “todo lo hemos hecho con amor”, también dice que Gustavo estuvo allí para ella y vivió todo el estado de gravidez de su suegra como suyo; y Luis no podía estar más feliz al ver que el embarazo trascurrió con calma.
Ana María dice que su embarazo fue tranquilo, aunque debía prestar mucha atención a todos los cambios que tuviese pues durante el embarazo presentó diabetes; afortunadamente, fue revertida con la alimentación correcta.
Los pequeños nacieron por cesárea, el día 5 de octubre de 2016, al primero que nació lo llamaron João Lucas con 2,32 kilogramos, y justo después de él nació Pedro Henrique con 2,34 kilogramos.
Con el certificado del hospital y el de unión civil entre Luis y Gustavo, fueron registrados como los padres de João y Pedro. Ahora, los dos se turnan en el cuidado de los niños, con la mirada atenta de la madre-abuela.
La señora Ana María cuenta que fue muy difícil adaptarse a ver a sus nietos como eso, nietos, porque sentía que el lazo que los unía era de madre e hijos, incluso pudo amamantarlos en la primera semana de nacidos, pero la producción de leche fue poca.
Aunque la feliz abuela dice que le costó bastante adaptarse, ahora lo tiene claro: “yo los malcrío y ellos los educan”.
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