Los trastornos alimenticios se han convertido en grandes enemigos de los adolescentes. La presión social por lucir de una forma que sea “aprobada” por terceros conduce a una percepción distorsionada del peso.
Entre uno de estos trastornos se encuentra la anorexia y una chica de Colorado, que lucha contra ella, ha decidido romper el silencio sobre esta crudo episodio en su vida.
Emily Green, de 20 años, fue diagnosticada con anorexia nerviosa en el 2016. La joven había mostrado signos de su problema durante su infancia. Evitar comer delante de su padre, restringirse en los alimentos y un excesivo ritmo de ejercicio eran sólo algunos de sus hábitos desde pequeña. Pero no fue hasta la adolescencia recibió ayuda médica.
«Mi mamá notó mis extraños hábitos alimenticios desde una edad muy temprana. Ella le mencionó esto a mi médico cuando era más joven, pero él solo dijo que era normal que heredara la contextura delgada de su padre».
Emily ha pasado parte importante de su vida internada en hospitales o en centros de tratamiento para combatir su trastorno, como en el cual estuvo de terminar la secundaria. Pero, aun luchado contra su enfermedad, Emily tenía sueños para su vida. La chica quiere ser enfermera y con esa motivación ingresó a la universidad.
Al terminar la secundaria, Emily estuvo en el Centro de recuperación de trastornos alimenticios en Denver. Después de ese período, fue considerada apta para las responsabilidades de la vida universitaria. Sin embargo, relata cómo esos años han sido de los más duros para ella, hasta el punto de temer por su integridad.
“Al principio, mi trastorno alimentario comenzó de manera muy inocente porque sólo quería estar saludable y sentirme aceptada por mis compañeros”, dijo Emily Green.
En algún momento de su vida universitaria la chica llegó a ser escoltada por un policía de la Universidad hasta un hospital, por temor a que se siguiera lastimando. Después de un colapso, los médicos del Campus consideraron su estado demasiado inestable como para un tratamiento ambulatorio, así que fue remitida a un hospital.
Pero, Emily esperó a que el oficial se fuera y huyó de nuevo al campus sin recibir tratamiento.
«Esa noche, sentí una sensación de ansiedad y temor que nunca olvidaré». Era un jueves por la noche, no había comido ni bebido nada en más de 24 horas y no tenía ningún plan hasta el lunes.
Por primera vez en mi vida, tenía miedo de morir. Le envié un correo electrónico a mi médico para hacerle saber que pensé que había cometido un error al dejar el hospital y me dijo que regresara allí de inmediato.
Este fue el punto más crítico de su trastorno. La joven pesaba escasamente 41 kilos y usaba ropa talla XS que aun así parecía colgar de su cuerpo. Además, Emily reconoce haber pasado días sin consumir absolutamente nada. En la ocasión en la que fue escoltada por un policía hasta el hospital había pasado 48 horas sin probar ni agua.
«Me asustaba tanto por la comida y el agua que no podía poner nada en mi cuerpo. Entonces, pasaba unas 48 horas sin comer nada. Me llevaría de dos a tres horas comer una comida, ya que cortaba mis bocadillos en trozos pequeños, los metía en mi servilleta y me ponía fruta en las mangas.
Yo era un peligro para mí misma, así que si salía del centro de tratamiento, llamarían a la policía y me enviarían de vuelta al centro», recuerda Emily.
Esta joven se había convertido en un verdadero peligro para sí misma. Por tal motivo, después de este episodio, la chica era supervisada en el hospital por una enfermera durante cada comida. Al ser dada de alta, Emily fue remitida al McCallum Place, un hospital especializado en trastornos de la alimentación.
Después de intensivos meses de tratamiento, Emily recobró peso y fue dada de alta como paciente ambulatoria. La joven pudo reincorporarse a la universidad para iniciar su segundo año de enfermería.
Los hábitos alimenticios de Emily Green han cambiado, aunque la chica está consciente de que su trastorno puede llevarla a una recaída nuevamente. Por esa razón continua alerta a su nuevo estilo de vida saludable, que incluye el apoyo de su familia y nuevos amigos.
Es importante que los padres adviertan los síntomas de un trastorno alimenticio a tiempo, esto podría salvar la vida de sus hijos. Comparte esta nota y ayuda a crear consciencia sobre los peligros de esta enfermedad.