La historia de Matías Devincenzi, un enfermero de 31 años de la ciudad argentina de San Miguel de Tucumán, ha emocionado al mundo entero.
Todo empezó con la llegada de un bebé llamado Santino, al que conoció en febrero de 2017, y después de una promesa que le hizo al pequeño, se embarcó en la mayor locura de amor de su vida: convertirse en su padre adoptivo.
Matías trabajaba en el hospital Eva Perón, donde el pequeño Santi había sido abandonado a los 20 días de nacido.
El bebé presentaba múltiples problemas de salud: malformaciones, deficiencia respiratoria y una patología uronefrológica. Tras padecer una grave infección, tuvo que ser ingresado en cuidados intensivos, pero para ese momento Matías estaba con licencia.
Cuando se reincorporó a sus actividades, Matías supo de la delicada situación del bebé y enseguida fue a verlo.
«Recuerdo que estaba en coma, con asistencia mecánica respiratoria. Soy de hablarles mucho a los bebés. Así que lo encaré y le dije sin pensarlo dos veces: Negro, si me abres los ojos te llevo a casa», contó Matías.
«Los abrió y yo sentí que era una señal. Inmediatamente me asumí como su papá y comencé a averiguar sobre la adopción», confiesa el enfermero.
Después de esa experiencia tan emotiva, Matías supo que debía ser suyo para siempre. A pesar de que todos le decían que estaba loco y que ningún juez le permitiría adoptarlo por el hecho de ser tan joven y soltero, él se sometió a todas las entrevistas necesarias e hizo todos los trámites legales para lograr el permiso de adopción que necesitaba.
Mientras tanto, la salud del pequeño Santino, que ya iba a cumplir cinco meses, empeoró drásticamente.
Tras ser intervenido de la vejiga y con su salud muy resquebrajada, Matías reconoce que «en ese momento asumí que era su papá aun sin serlo».
«Le dije: hijo aquí estoy, vas a estar bien y vamos a ser muy felices juntos'», recordó el ejemplar enfermero.
Después de la ureterectomía, Matías no pudo ver al pequeño durante dos meses y sentía que le faltaba una parte de su ser.
Pero para su alegría, el 12 de octubre de ese año sus súplicas finalmente fueron escuchadas. Obtuvo la guarda legal y por fin pudo llevárselo a su casa.
Santino, con 7 meses de edad, sufría de un retraso madurativo de cinco meses.
Casi no se movía y no podía gatear. Por lo que fue sometido a dos cirugías más: le extrajeron un riñón para normalizar el funcionamiento urinario y le operaron las manos y los pies, «ya que había nacido con seis dedos y eso le estaba complicando la estabilidad para caminar y para manipular objetos», añadió Matías.
Lo más impresionante es que en todo ese tiempo, el pequeño jamás se dio por vencido y sus ganas de luchar siempre se mantuvieron intactas.
A los quince días de estar en casa con Matías, el bebé recuperó la movilidad. ¡Parecía un milagro!
Un milagro obrado por el amor de su padre adoptivo.
El pasado 20 de febrero, Santi cumplió los dos años; ahora se ríe, juega, goza de buena salud y comparte sus días con su papá y sus abuelos y tíos, que son el principal punto de apoyo de Matías en la educación y cuidado del pequeño.
«Por supuesto, una de las primera palabras que dijo fue papá», recuerda emocionado Matías.
Trayendo a su memoria el por qué de su decisión de adoptarlo, él reflexiona: «Cuando me preguntan por qué lo adopté, la respuesta es simple: él me eligió a mí», concluyó el enfermero.
Ahora Matías quiere transmitir a todos un mensaje de esperanza para crear conciencia sobre la triste situación de tantos pequeños en situación de abandono: «No hay nada más maravilloso que dar y recibir el amor de un hijo. Les pido que se animen a la adopción».
No te vayas sin compartir este hermoso testimonio de amor con todos tus amigos.