Cuando crecemos arraigados a ciertos estándares sociales es difícil romper con ese patrón de normalidad. Muchas veces temerosos de lo que pueden decir los demás preferimos vivir sumisos, aceptando las normas de otros aunque nuestro ser pida a gritos hacer lo contrario.
Pero ¿qué pasa cuando decidimos hacer frente y alterar las normas sociales que tanto pesan en esta sociedad moralista?
Erik Alexander es el protagonista de nuestra historia, un hombre que creció en el sur de los Estados Unidos en una extensa región que se conoce como Cinturón de la Biblia, en esta zona el cristianismo evangélico tiene un profundo peso social. Razón por la cual muchas personas permanecen en el armario por mucho tiempo sin revelar sus verdaderos gustos o intenciones.
Temerosos a ser juzgados o rechazados no revelan su verdadera identidad.
Desde pequeño Erik acompañaba a su madre a la iglesia. Comenzó a cantar en el coro desde que tenía 7 años, así que tiene varios y buenos recuerdos de los que se siente orgulloso. Erik comenta que a su madre se le hinchaba el pecho de alegría al ver que su pequeño hijo era parte del rebaño y seguía fielmente las alabanzas del pastor.
Su única intención era hacer feliz a su madre y que ella se sintiera orgullosa.
Sin embargo, todo comenzó a cambiar cuando entró en la adolescencia, Erik estaba en una etapa de rebeldía y comenzó hacer cosas que eran consideradas como malas.
A pesar de su conducta seguía asistiendo a la iglesia, sabía que algo en él había cambiado totalmente, cuando estaba cursando el último año de secundaria en el 2.000 sentía que era diferente a las personas que lo rodeaban.
Ese año aceptó sus pensamientos y sentimientos: se dio cuenta que le gustaban los hombres.
Aterrado por lo que dirían los demás, recordando los insultos y bromas que le hacían a los homosexuales, Erik se negó a vivir su realidad hasta que se graduó y obtuvo su propio apartamento en la universidad. Nueva Orleans fue el lugar en el que llevó una doble vida aproximadamente por un año.
Esta vez sus oraciones estaban destinadas para que nadie se enterara de la vida repentina y emocionada que llevaba.
Desafortunadamente, los rumores corren rápido, en su pequeño pueblo estaban molestando a su hermano menor por tener un hermano con esa condición. Sabía que debí actuar y decidió confesárselo a su madre, la confesión se hizo y el desdén de la madre fue inevitable. Erik comenta que incluso su madre le sacó la biblia y comenzó a leer algunos versículos en vos alta mientras sollozaba.
Ella esta creía que su hijo iría al infierno y luchó con uñas y dientes para que él no estuviera allí.
Después de que su madre se enterara el silencio entre ambos fue prolongado. El tiempo pasó y ella todavía trataba de entender quién era su hijo, harto de luchar ambos decidieron mantenerse alejados.
Solo después de que su hermanito menor muriera reevaluaron su relación, la pérdida del hijo menor llevó a la madre y a toda la familia a valorar no solo la vida sino cómo tratamos a las demás personas.
Una pérdida puede transformar hasta el corazón más duro.
Les tomó muchos años para tener una relación como madre e hijo normal. En el 2.006 Erik conoció a su pareja, Douglas, cuando le comentó que quería casarse ella volvió a tomar una postura radical pero terminó cediendo y acompañándolo al altar el día de la boda.
Después de todo lo que habían pasado Erik sentía que finalmente su madre lo estaba apoyando.
El mayor miedo de su madre era no tener nietos. Al dejar ir sus temores todos sus deseos fueron concedidos, la pareja adoptó y empezaron un nuevo camino lleno de fe, esperanza y mucho amor.
Nunca se sabe los giros que da la vida, afortunadamente la madre aceptó a su hijo y abrió su corazón para una nueva familia.
Este caso sirve para recordar que lo más importante de una familia es mantenerse unidos a pesar de cualquier diferencia, siempre debe prevalecer el amor y el respeto.