El 10 de mayo Robert Fullerdijo adiós a todos sus familiares y amigos. Tuvo una vida llena de dificultades pero nunca dejó de ayudar a los demás.
Enfrentó un doloroso divorcio al confesarle a su pareja que era gay. Tuvo un fuerte problema de alcoholismo y luego fue diagnosticado con VIH.
Robert vivía en el estado de Washington en los Estados Unidos.
A pesar de todo, logró recuperarse y se convirtió en un guía para ayudar que muchos jóvenes con problemas de alcohol y drogas pudieran llevar una vida mejor. Trabajó por muchos años como enfermero y siempre dedicó a su tiempo a organizaciones que luchaban por los derechos de la comunidad LGBTQ.
La habitación estaba llena de personas a las que él ayudó en su proceso de rehabilitación.
Durante sus últimos años, en un hogar, siempre ayudaba a todos sus compañeros cuando necesitaban un cambio de vendaje o sufrían alguna caída. Hace un año comenzó a sentir una molestia en la garganta.
Cuando acudió al médico lo diagnosticaron con un agresivo cáncer que estaba desarrollándose en la base de su lengua.
Robert fue diagnosticado cuando tenía 74 años de edad.
Comenzó a hacer quimioterapia pero tras unos días decidió renunciar ya que sentía que era demasiado agresivo para su cuerpo y que estaba “acabando con su alma”. Gracias a otra compañera de su hogar, había escuchado sobre la una ley que tiene vigencia desde el 2009: Muerte con Dignidad.
“¿Por qué debería sufrir? Estoy completamente en paz con esta decisión”.
Está pensada para personas que padezcan alguna enfermedad terminal y que, en completo uso de sus facultades, tomen la decisión de que ha llegado la hora. Los médicos deben certificar que cuenta con menos de 6 meses de vida, debe ser competente y solicitar las fatales inyecciones.
El cáncer hacía que su garganta se cerrara cada vez más y tras muchos años de lucha contra el VIH decidió que era hora y escogió una fecha.
El solicitante debe pedir las inyecciones en dos ocasiones de manera verbal frente a testigos y una por escrito.
El 10 de mayo hizo una enorme celebración de vida. Se casó con su compañero de muchos años, Reese Baxter. Hicieron un concierto de jazz, un violinista tocó Ave María. Recitaron poemas en donde imaginaban a Robert como un árbol rodeado de aves y luego él se dispuso a dormir definitivamente.
“Voy a dejarlos. Estoy más que listo para partir. Estoy muy cansado”.
Robert tenía un tubo de alimentación en su abdomen y allí colocó el contenido de dos jeringas con un fatal cóctel de sustancias mezclado con kahlua, su bebida favorita. Estaba sumamente tranquilo y se despidió con mucho amor de todos.
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