Rubén Héctor Martel era capitán de la Fuerza Aérea, el piloto del avión Hércules C-130. El primero de junio de 1982 la aeronave en la que viajaba se estrelló contra el mar tras ser atacados por Inglaterra.
Dejó a su hijo de 10 meses, que probablemente crecería sin recordarlo, pero Ezequiel Martel Barcia cada año le rinde un homenaje a su padre en la playa, ha superado la pérdida desde el amor y la conciliación.
Se hizo amigo del inglés que perpetró el ataque, no guarda rencor.
Cuando tenía 7 meses se tomó la última foto junto a su papá durante un viaje a la playa.
Ezequiel tiene 36 años, casi la misma edad que su padre al momento de la foto, cada año va a la playa de Pinamar, en Argentina, para recordarlo y honrar su memoria.
Decidió tatuar en su cuerpo el escuadrón de su papá, al del inglés que perpetró el ataque, un símbolo de su país y un homenaje a los 55 aviadores caídos en las islas.
“Mi relación con Pinamar es personal, estar en la playa y meterme en el agua. Ese momento es especial porque es en el mar, en el mismo espacio donde él se quedó para siempre”, relató Ezequiel.
Él perdió a su padre en la guerra de las islas Malvinas y sus restos se quedaron en el mar, el lugar por el que siente afición especial. Practica surf, y dice que lo que más le gusta de esa disciplina es que cada vez que se cae viene una ola y se tiene levantar, lo usa como metáfora. “Es como la vida, así es mi vida”, dice Ezequiel.
“Todos los veranos me meto en la misma playa, donde me saqué la foto con mi papá. Pido permiso para entrar para estar cerca de él, el avión cayó en el mar y ahí descansan los restos de mi viejo”.
Cuando su padre falleció, Ezequiel vivía junto a su madre y hermanas mayores en el barrio de Caballito en Buenos Aires.
“Mi infancia fue complicada como la de cualquier chico que pierde un papá o una mamá. Todos sufrimos igual. Y como todo chico en la adolescencia esa ausencia la sentí mucho. Me hubiese gustado charlar muchas cosas, preguntar, y no lo pude hacer”, comentó.
En medio del dolor que sentía por crecer con la ausencia de su padre, contactó al militar británico que derribó el avión Hércules, discutió con algunos compañeros de su padre y viajó a Malvinas para sentirse más cerca de su padre, tenía ganas de conocer la historia y de perdonar.
Relató que durante su viaje lo trataron muy bien y tuvieron gestos especiales con él, lo atendieron y lo trasladaron al lugar donde hallaron los restos del avión donde su padre viajaba.
Asegura que no les tiene rencor a los británicos que se han enfrentado a la guerra sino quien la promovió.
Su postura ha generado polémica, los familiares de militares no lo apoyan, pero él se mantiene firme.
“Tuve que aprender, crecer y analizar. No tengo derecho a tratarlos mal. Lo que pasó en el 82 quedó en el 82. De algo triste saquemos algo bueno, hay que tratar de sacar algo bueno. Mis mejores amigos son hijos de caídos. ¿Sabes qué nos duele? La ausencia física, no poder abrazarlos, charlar. Pero por otro lado sé que ellos están y son parte de la historia, cumplieron su juramento de defender la bandera con la vida”.
Relató que vivió una experiencia muy especial en la playa de Pinamar: “Yo sentía que estaba en la playa de Pinamar, pero sabía a la vez que estaba lejos de casa. Empecé a sentir la cercanía de mi viejo, esperaba el oleaje para surfear y sobrevolaron sobre mí en círculos siete albatros”, concluyó relatando que en el avión donde su padre viajaba fallecieron siete personas.
Su mensaje ha conmovido a muchas personas en las redes por su manera de enfrentarse a la ausencia de su padre con tanta paz a pesar de su trágica muerte cuando él era un bebé. Comparte su historia.