La historia de Héctor Fernández, uno de los mejores falsificadores de dólares de Argentina, volvió a salir a la luz a finales del 2017, para conmemorar uno de los arrestos del hombre, un obsesivo de la falsificación de los billetes.
El 29 de diciembre de 2007, la Policía Federal lo sorprendió cuando estaba por culminar su obra cumbre. Obsesionado con su trabajo, les pidió que lo detuvieran dos días después para que lo dejaran terminar la tarea; los oficiales se rieron.
Héctor Fernández, «El Artista».
«El Artista» Fernández, como lo bautizaron los expertos de la Federal,había instalado la fábrica en el fondo de su casa, donde tenía impresoras de última generación, papel moneda artesanal, planchas matrices, filminas con impresiones para los billetes de 100, tinta, plumines y pasta de papel.
Pero ese arresto no sería ni el primero ni el último, hasta que murió a los 66 años en el 2013 en la completa pobreza, vendiendo ropa interior en las calles de Buenos Aires.
“Para que te dure, a la guita hay que tratarla como a las minas” solía decir.
La prensa lo conoció en esa detención del 2007, pero cuando los medios querían contar su increíble historia, él se negaba y su esposa, cuando los periodistas lo llamaban por teléfono para entrevistarlo, respondía “¿Por qué no se dedican a entrevistar a gente honesta, a bomberos, a fileteadores o a enfermeras?”. Y cortaba.
En su primer arresto, sus vecinos no lo podían creer.«¿El viejito está en cana? ¡No puede ser! Si es un pan de Dios», llegó a sorprenderse una mujer que vivía enfrente de Fernández. El carnicero del barrio también lo defendió:«Se han equivocado. El viejo no tiene un peso partido por la mitad. A nosotros nos dijo que era florista». «Me pedía fiado. Y nunca me pagó con plata falsa. Debe haber un error. Además era pobre y siempre andaba con sacos antiguos, esos que se venden en las ferias», aseguró la almacenera de la esquina.
Fernández era como cualquier vecino.
Pero lo cierto que era investigado por la División Falsificación de Moneda de la Policía Federal«Ha podido determinarse que la moneda cuya falsificación se pretendió gracias a la habilidad de Fernández alcanza un grado de perfección que hasta sorprende al personal policial», figura en el expediente que estuvo a cargo del juez Claudio Bonadio, que ordenó su arresto.
La Policía estima que falsificó más de 5 millones de dólares.
Cuando lo detuvieron y allanaron su casa, encontraron un avión ultraliviano a medio terminar, que él aseguró que construía para pasear con sus hijos.
Su mujer lo dejó por su trabajo obsesivo con los billetes, que no gastaba de manera opulenta, pero siempre estuvo acompañado por novias que conseguía, según él, por sus billetes.
“–¿Nunca intentó ganar plata a través del arte?
–¿Para qué ganar plata pintando cuadros si se puede ganar plata falsificando más plata?
–¿Cuánto ganó falsificando?
–No mucho, porque nadie valora lo que hice. Fui mal pago. El negocio funciona así: el inversionista, el falsificador y el pasador de billetes. Pero lo que sí gané fueron mujeres. A lo pavote. Mi éxito arrancó cuando empecé a fabricar pesos argentinos. En la década del 80 hice australes, que eran mejores que los verdaderos. En mi mejor época, después de falsificar una buena tanda de billetes, me paraba en Florida o San Martín, pleno microcentro porteño. Me ponía un billete de cien dólares en el bolsillo para que sobresaliera la puntita. Un día, una mujer me dijo: «¿Quiere que lo ayude a gastarlo?». Un billete vale más que una cara linda. Algunos malandrines rompemos corazones. No sé qué nos ven. Y no hace falta incursionar en los bajos fondos para tal menester. Alcanza con que sepan que uno falsifica billetes. He tenido muchas mujeres. Hasta salí con una monja.Pero no siempre me fue bien. Mi última amante, me traicionó”.
La Policía secuestró cerca de 500 mil dólares en esa ocasión, pero él no había terminado aún su obra. Decía que le apasionaba la falsificación, por eso lo llamaban “El Artista”.
–No me enorgullece decirlo, pero falsificar guita me obsesionaba. Nunca usé un arma. Nunca maté. Pero enloquecía si los billetes no me salían perfectos. Estuve tres noches sin dormir en busca de la perfección. Aspiraba a hacerlos mejor que los verdaderos. Tenía que lograr engañarme hasta a mí mismo. Me agarraron siempre. El mejor falsificador es el que nunca fue descubierto.
La primera vez lo detuvieron en el 1991 cuando integraba una banda liberada por el dueño de un boliche, Daniel Bellini, quien fue condenado por matar a su pareja, la bailarina Morena Pearson. Otra historia de película.
Pasó cuatro años en prisión por falsificar 2 millones de dólares en el sótano de una quinta del norte de Buenos Aires.
El 4 de mayo de 2005 cayó con 260 mil dólares falsos durante el Operativo Papel Picado, cuando trabajaba para un ladrón de salideras bancarias apodado Chiche, que luego lo delató a la Policía.
“–¿Cómo logra que sus billetes falsos huelan como los verdaderos?
–Les pongo grasa de cerdo” cuenta el falsificador.
La cuarta vez que lo encerraron en la cárcel fue en el 2012, con 460 mil dólares, pero logró la libertad condicional.
Pero esta fue la última vez, y murió de un infarto en 2013, siendo vendedor ambulante en Once, en Buenos Aires, viviendo en una pensión y pidiendo limosna.
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