Esta historia de superación es una invitación que nos lleva a reflexionar sobre cuán lejos puede llegar una persona que sufre algún trastorno alimenticio. Sabemos que no hace falta que alguien tenga bajo peso para ser víctima de un trastorno, estos vienen en distintas formas y tamaños y no respetan edad, sexo, ni condición social.
Hay personas a quienes les lleva mucho tiempo entender lo maravilloso que es su cuerpo y lo que desaprovechan cuando no lo tratan como se merece, privándolo de lo más básico como la nutrición, y el sueño.
Les cuesta disfrutar de las cosas que ofrece el día a día y de sonreír, caen en un abismo, una obsesión que los consume al juzgarse por unos estrictos parámetros, que lamentablemente toman el control de su vida incluso hasta el punto de perderla.
En este caso Hannah Koestler, una chica de 22 años, comparte con valentía la cruel realidad de la anorexia, un devastador trastorno alimenticio que muchos sufren en silencio, ella estuvo a días de la muerte, después que su peso se desplomara.
“La anorexia es muy cruel porque enferma el cuerpo y la mente”. Las imágenes de su cuerpo “esquelético” conectado a un tubo de alimentación son impactantes. Ella espera que puedan disuadir a otras personas a desarrollar trastornos alimenticios y alienten a los que la están sufriendo a buscar ayuda.
“Las fotos antiguas siempre traen todos los recuerdos de lo que me pasó, pero nunca he estado tan feliz como ahora y quiero que la gente lo sepa”, comentó Hannah.
La extrema dieta de Hannah ocasionó insuficiencia de órganos y pérdida del cabello, admitió que en su peor momento se alimentaba con tres galletas de arroz diarias, llegó a pesar 31 kilos, su IMC (Índice de Masa Corporal) se había reducido peligrosamente a 11. Actualmente tiene un saludable 19 de IMC.
Esta joven que nació en Austria, piensa que comenzó a sufrir de este trastorno en la adolescencia, durante la época en la que tuvo que mudarse en varias oportunidades con su familia y vivir en diferentes países, estuvo viviendo en Estados Unidos, China, Corea del Sur y Japón.
Al ver que no podía controlar los cambios de escuela y amistades, le provocó ansiedad y la llevó a tomar consuelo en lo que podía comer.
Ella explicó: «Empecé a comer alimentos no procesados, muy saludables y evitar la comida chatarra, pero cada vez me hice más selectiva, eliminé por completo las grasas y comía muy pocos carbohidratos, de pronto me sentí cómoda solamente con verduras y tofu al vapor”. Sus padres preocupados al notarlo, la llevan inmediatamente al médico.
Fue diagnosticada con anorexia nerviosa en noviembre de 2011, mientras terminaba sus exámenes finales de la escuela secundaria en Japón, a la edad de 17 años. Luego de eso, comenzó un tratamiento con el apoyo de sus padres.
Hannah recuerda: “El doctor le dijo a mi mamá que tenía que cocinar y asegurarse de que yo comiera todas las comidas”.
«Mi madre hizo lo mejor que pudo, estoy muy agradecida por su comprensión y ayuda incondicional, de lo contrario no estaría donde estoy ahora, afortunadamente ella era capaz de distinguir entre lo que soy y lo que estaba ocasionando mi trastorno de alimentación”.
En un intento desesperado su madre podría incluso conducir a su escuela y sentarse con ella mientras comía su almuerzo y bocadillos, era extremadamente exigente y se molestaría si era obligada a comer algo que no quería.
Pero cuando logró sentirse mejor y mantener un índice de masa corporal en 17, para el 2012, cuando tenía 18 años, convenció a sus padres para que le dieran permiso de tener una vida independiente Austria.
«Aunque mis padres no creían que yo estaba lo suficientemente sana como para vivir por mi cuenta yo les había dicho que era mi elección, y no me podían detener».
Fue la peor decisión de su vida, apenas los dejó comenzó nuevamente a restringirse en la comida, ingiriendo aproximadamente 100 calorías al día con una dieta de verduras, tres galletas de arroz y un vaso con agua. «Me obsesioné tanto con mi peso me pesarme hasta diez veces al día».
El abuelo de Hannah que estaba pendiente de ella en Austria se asustó al no tener noticias de ella, se puso en contacto con la policía. Cuando los oficiales llegaron a la casa, derribaron la puerta y la encontraron en estado de gravedad.
Fue ingresada en cuidados intensivos en el Hospital General de Viena, «La siguiente cosa que recuerdo es despertar en una cama de hospital, conectada a tubos de alimentación».
“La anorexia casi me mata”, estuvo a días de morir, pero ahora cuenta lo agradecida que está de seguir con vida.
Llegó un día viernes al hospital de Austria, de lo contrario los médicos le dijeron que no habría sobrevivido el fin de semana. Estaba en estado semicomatoso, sus órganos empezaron a fallar, desarrolló el Síndrome de Realimentación.
Recibió transfusiones de sangre. No podía hacer nada por sí misma debido al deterioro de sus músculos, tuvo que aprender de nuevo a caminar, necesitaba ayuda para ducharse y cepillarse los dientes.
Permaneció hospitalizada por cinco meses, hasta que estuvo fuera de peligro. A pesar de que su cuerpo se había recuperado, necesitaba tratamiento especial y fue trasladada a un centro de trastorno de la alimentación, donde pasó los siguientes diez meses para educarse sobre la importancia de la comida y la nutrición en su cuerpo.
Hannah admitió: «Realmente aprendí a recuperarme no sólo porque la gente me lo decía, sino porque en realidad lo quería».
Durante su recuperación sí comía, era recompensada con diversas actividades como montar a caballo, al mismo tiempo durante el proceso de recuperación, decidió reanudar sus estudios para poder ingresar en la universidad, pasó sus exámenes y fue dada de alta de la clínica “Therapiezentrum Weidenhof” en noviembre de 2013.
En septiembre del 2014 entró a la Universidad de Warwick en Inglaterra para estudiar ingeniería. Es vicepresidente de la Sociedad de Ingeniería de la Universidad, así como un miembro del equipo de remo, “Ahora que he estado en un lugar durante tres años me he sentido como si pudiera construir una comunidad de amigos”.
Recuerda lo mucho que ha logrado y aunque todavía tiene días malos en los que no se siente bien consigo misma, dice que son mínimos en comparación con los días buenos, ahora es capaz de vivir su vida, tomar el control y disfrutar de la comida.
En ese tiempo se creó una cuenta de Instagram “prosperoushealthylife” puedes visitarla aquí, donde decidió compartir su historia documentando su recuperación y su lucha con la anorexia para crear conciencia sobre este trastorno y comidas saludables.
Esta joven es una inspiración para muchas personas, tiene actualmente 180.000 seguidores, y continuamente recibe mensajes de personas que sufren desórdenes alimenticios como lo sufrió ella, y le agradecen por ayudarle en su recuperación, “Saber que he ayudado a una persona hace una diferencia”.
Su historia quizás pueda llegar al corazón de otras personas para que no piensen que luchan en vano, si Hannah pudo pasar de ser una chica frágil consumida por la anorexia a enfrentar su lucha con este padecimiento querer y disfrutar vida, entonces otros también pueden levantarse y lograrlo.
Se tiene que romper el silencio y la discriminación que aún existe en torno a este y otros padecimientos referidos a la salud mental, es necesario hacerles saber que no están solos, que se abran a sus luchas personales y busquen ayuda. ¡Compártelo!