Han salido a la luz nuevos detalles en torno a las circunstancias en que murió la hija de Ana Julia Quezada, en la que la asesina de Gabriel Cruz también estaría implicada.
Un caso que en su momento fue declarado como muerte accidental, ahora a las puertas de los recientes acontecimientos sobre su autoría en el crimen del pequeño Gabriel, las investigaciones fueron abiertas, ya que al parecer nunca quedó clara la no desvinculación de responsabilidad de Ana Julia en la muerte de su hija.
Y lamentablemente, las peores sospechas que apuntaban a un acto de descuido e irresponsabilidad máxima, parecen ser confirmadas, sin descartar un acto de premeditación en la muerte de su hija de 4 años.
El acta de la inspección ocular hecha por el agente que investigó el caso con fecha 10 de marzo de 1996, en la casa de Burgos donde murió la hija de Ana Julia Quezada, fue enviada al juzgado.
Se ha revelado que la pequeña falleció al caer desde un séptimo piso porque las ventanas, contraventanas y persianas estaban totalmente abiertas en el cuarto de juegos de los niños. Además, confirmaron que había colocada una mesa de fácil acceso, a la que la niña se pudo encaramar y saltar al vacío.
«En el patio interior al que se accede desde dentro de la vivienda se encuentra el cuerpo sin vida de una niña de corta edad en posición decúbito supino y con las piernas y brazos abiertos y flexionados y vistiendo un pijama de color blanco con rayas de color rosa”, dice el informe.
El cuerpo yacía “a unos 3 metros de la pared y en la vertical de la ventana que se hallaba abierta en el séptimo piso“. A su lado se encontraba “un muñeco de peluche azul con forma de un ciempiés”.
La inspección fue realizada en la presencia de su padre adoptivo, Miguel Angel Redondo Domingo, no hallando nada fuera de lo normal en la habitación de juegos.
Pero en ese momento sí quedó ya la constancia de un detalle que pudo ser el detonante para inculpar a Ana Julia Quezada en la muerte de su hija:
“Arrimada a la ventana del cuarto de juegos, se encontraba una mesa de niños, de 43 cm de alto y de 40 × 45 cm de base, desde la que, al parecer, se subió a la ventana”.
«La ventana es de tipo corredera de aluminio y doble, teniendo 30 cm de espacio entre una y otra. Se halla a 80 cm del suelo, y sus medidas son 1 m 35 cm de alto por 1 m 40 de ancho, teniendo sus hojas 70 cm”.
Y “se hallaban abiertas casi en su totalidad las hojas derechas, correspondientes al lugar donde estaba situada la mesa de juegos, y la persiana estaba subida casi hasta arriba”.
Con lo que queda claro que lo que encontraron los agentes fueron las «condiciones perfectas para que una niña pequeña pudiese atravesar sin obstáculos hasta caer al vacío».
Pero el interrogatorio que se hizo en su momento a la pareja a cargo de la pequeña careció de fundamentos.
Redondo Domingo no supo decir a qué hora fueron acostadas las pequeñas puesto que él se fue a la cama antes que Ana Julia, dejando a las niñas a cargo de la madre. Quezada, por su parte, no pudo hacer declaraciones por padecer «una excitación nerviosa».
De modo que fue la entonces pareja de Ana Julia quien encontró a la pequeña muerta a las 7:30 a.m. del día siguiente, con las ventanas abiertas del 7º piso.
«Cuando me levanté, no encontré a la niña en su habitación, por lo que fui a su cuarto de juegos, y vi la ventana completamente abierta y pegada a ella la mesa, enseguida me asomé y encontré a la niña tendida en el suelo del patio», declaró Miguel Ángel en su momento.
Con este informe se revelaría una omisión contundente por parte de las autoridades en no haber insistido en tomar de declaraciones a Ana Julia en otro momento, cuando ya hubiera superado la «fuerte excitación nerviosa». Si se hubiera llegado a fondo en esas investigaciones, probablemente otra sería el destino del pequeño Gabriel Cruz.
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