Para quienes deben vivir en la calle, los días son un desafío; cada mañana se despierta con la incertidumbre de saber qué comerán, y dónde pasarán la noche en un lugar seguro donde estén protegidos del peligro y el frío.
Esta situación debe ser aun más difícil para los niños que son abandonados y dejados a su suerte en las calles pues cuando eres pequeño no puedes valerte por ti mismo de la misma manera en la que lo haría una persona adulta.
Los más pequeños padecen con mayor intensidad el sufrimiento de convivir día tras día con hambre, frío y múltiples maltratos que reciben solo por ser más vulnerables.
Uno de los mecanismos más comunes que usan las personas que viven en la calle para sobrevivir es pedir, mendigar un poco de comida o una pieza de pan es la solución más rápida para satisfacer sus necesidades.
A pesar de todas estas situaciones con las que los niños de la calle deben vivir a diario, muchos aun conservan su inocencia y amor por los demás, incluso pueden llegar a conmoverse si te encuentras en una mala situación a pesar de que la de ellos pueda ser aun más triste.
Esta es la historia de John Thuo, un niño de la calle que se encontraba mendigando en la capital keniana Nairobi como todos los días, y cuando pasaba por un embotellamiento de autos miró en el interior de uno de los vehículos atascados en el tráfico para contemplar algo que él jamás había visto.
Se trataba de una mujer, Gladys Kamande, que sufría de varias enfermedades que la hacían permanecer conectada a un montón de mangueras y equipos médicos. Para John esto era algo completamente nuevo por lo que decidió acercarse un poco a la mujer y preguntarle de qué se trataba.
Gladys quien se dirigía al hospital antes de quedar atrapada en el trafico le explicó muy amablemente al niño que ella no podía ver ni respirar bien, que estaba enferma y que todos esos aparatos la ayudaban a sentirse mejor.
John no podía creer lo que estaba presenciando, para este amable niño era muy triste la situación en la que se encontraba esta mujer, por lo que no pudo resistirse en expresar su conmoción ante la situación de ella y reventó a llorar.
Entre sus lagrimas también había oraciones pidiendo por la salud de esta mujer para que se pusiera mejor, todo esto atrajo a un montón de personas a su alrededor quienes veían al pequeño llorar con una tristeza que le salía del corazón.
Las lagrimas de este niño eran tan genuinas que muchos quisieron ayudarlos a ambos tanto a Gladys como a él, incluso hubo quienes se ofrecieron en pagar el tratamiento médico de Gladys.
Ella sufrió siete abortos espontáneos, fue golpeada repetidamente por su esposo durante su último embarazo y después fue abandonada, según los medios locales. La familia de Gladys había estado tratando de pagar los 7 millones de KES (54,500 Euros) necesarios para el hospital y para pagar sus facturas.
Además de quienes querían ayudar a Gladys, también hubo muchos que quisieron ayudar al noble John, el pequeño recibió muchas ofertas para pagar su educación y finalmente consiguió ser adoptado por una mujer llamada Nissy Wambugu, quien ha dicho que pagará toda su educación y cuidara de él.
Este tipo de historias nos demuestran que, sin importar el origen de la persona, el amor y la bondad se encuentra en cualquier sitio.
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