Jon Stanley fue un veterano de guerra estadounidense y un verdadero apasionado por las motos. Pasó toda su vida convirtiéndose en un especialista en motocicletas y cuando una enfermedad comenzó a quitarle la posibilidad de manejar su moto se sintió sumamente triste.
“Ha conducido motocicletas toda su vida”.
Hace un par de meses, Jon fue diagnosticado con cáncer y sus probabilidades de sobrevivir eran muy bajas. Los médicos le dijeron a su familia que había llegado el momento para despedirse. Nadie sabía con exactitud cuánto tiempo de vida le quedaba a Jon, pero él estaba seguro de cuál sería su último deseo y se entristecía al pensar que no lo lograría.
“Tiene cáncer terminal y no luce muy bien. Uno de sus últimos deseos es escuchar el rugir de muchas motocicletas en su ventana”.
Michael Smith, el cuñado de Jon, decidió contactar a David Thompson y a un grupo de motorizados para pedirles ayuda. En cuanto escucharon la historia de Jon y su inagotable amor por las motocicletas no dudaron en que tenían que hacer algo para apoyarlo en sus últimos días.
El cáncer de Jon había afectado sus pulmones y su cerebro.
Michael explicó a los medios que la última moto de Jon era una Harley. La había comprado meses antes de que su salud decayera así que sólo había podido manejarla en tres ocasiones. David sabía que no había tiempo que perder y decidió hacer correr la voz para que decenas de motorizados se reunieran a hacer realidad el último deseo de Jon.
“No había mucho tiempo, pero los motorizados cuidamos de los motorizados. Somos una hermandad”.
El enorme grupo de motorizados se reunió en el Walmart más cercano y desde allí se dirigieron a la casa de Jon. Una vez que llegaron allí Jon y su familia quedaron profundamente conmovidos con este enorme gesto de amor. La salud de Jon era muy delicada así que no pudo manejar su propia moto pero sí logró pasar un rato inolvidable en las motos de sus compañeros.
“Logró montarse en una moto por última vez. Fue genial”.
“Fue lo último que escuchó. Las pudo escuchar. Sé que fue feliz”.