Esta es la historia de José Vélez, un vecino de “El Escorial”, en España, quien tras haber sido multado injustamente por un árbol que taló, sin tener las licencias correspondientes, ahora está a punto de perderlo todo.
Uno de sus sueños fue vivir rodeado de la naturaleza, junto a sus seres queridos, así que después de montar su propia farmacia, logró cumplir su sueño de construirse una parcela, cerca del Galapagar.
Después de muchos años de esfuerzo, con el sudor de su frente, pudo construir una casa rústica, sin lujos, el espacio preciso para disfrutar de esos días tranquilos, lejos del ruido de Madrid.
Es lo que siempre quiso, gozar de los paisajes y el olor de la naturaleza, sin mayor decoración que lo justo para vivir cómodamente. Rodeado de fresnos y dar un paseo por los alrededores era uno de esos placeres que nadie se lo podía quitar. Al punto que mientras construía su vivienda, dormía en una construcción de madera temporal, donde tenía lo justo para supervisar la obra… y así tras diez largos años, su sueño se cumplió en su totalidad.
Pero un buen día, un inocente imprevisto terminó por acabar con toda la paz familiar y tantos recuerdos vividos junto a su esposa y 2 hijos, de 12 y 11 años. Y es que un fresno, uno de aquellos que tanto placer representaba para él contemplar, empezó a amenazar la vivienda.
«Tenía unos diez metros de alto. Un día después de una tormenta apareció inclinado sobre la casa, más de lo que estaba. Me dio miedo. Un amigo me dijo que amenazaba la casa y hablé con otro amigo que tenía una máquina para quitarlo, ya que tenía ramas secas y era preciso cortarlo, no había otra solución”, comenta Vélez.
Mientras eso sucedía pudo observar que pasaban 2 policías municipales y decidieron entrar. Después de invitarles a tomar un café, le pidieron tomar una fotografía del lugar. Vélez, inocentemente accedió a la petición.
Pero solo después de 3 meses se dio cuenta de que aquella visita no era gratis, le notificaron por correo el precio de su error: una sanción entre 100.000 y 500.000 euros por haber cortado el árbol sin licencia alguna.
Aunque al principio, pensó que se trataba de un error, después tuvo que acudir a la vía legal para salir bien librado de una batalla legal que duró 10 años, cuando en diciembre de 2017 finalmente el Tribunal Supremo decidió rechazar la revisión de la sentencia y ratificó la multa de 100.000 euros.
A pesar de que José presentó varios recursos en su defensa, entre ellos un informe forestal que demostraba la necesidad de la poda del árbol enfermo, y otros 2 diferentes informes del Seprona, corroborando la enfermedad del árbol y la amenaza de una rama gigante. La Justicia no consideró como pruebas suficientes todos los informes y ni siquiera su buena voluntad de ofrecerse a trabajos comunitarios.
«Me trataron fatal, como si fuéramos delincuentes», recuerda Vélez
Así que desde hace dos años comenzó a pagar la multa en mensualidades aplazadas, lo que le supondrá pagar más de 40.000 euros de intereses, pero evidentemente el tiempo avanza y el dinero se agota.
A la fecha paga más de 2.000 euros todos los meses. El circulante que le reporta su negocio le sirve apenas para pagar los medicamentos antes de cobrarlos, y al momento tiene ya un déficit de 25.000 euros.
Ya casi sin fuerzas, después de perder 15 kilos y tras haber superado una fuerte depresión, confiesa terriblemente indignado haber aprendido la lección. Pero no deja de reprobar la gran injusticia con que ha sido tratado su caso, ya que asegura que su problema ha sido “ser farmacéutico”. Piensa que muchos creen que los farmacéuticos viven forrados, cuando él vivía al día. Sin mencionar además que había un problema del Ayuntamiento con los vecinos de la zona, por un dilema de a quién le correspondía pagar el asfaltado.
Con profundo dolor menciona:
“Lo que he hecho toda mi vida se va a ir a al traste … y no tengo garantía de que con el embargo me dejen en paz».
Comenta además que no ha encontrado ningún caso en España tan brutal como el suyo.
“Mi caso demuestra que un Ayuntamiento puede destrozarle la vida a una familia porque le sale de las narices», concluye.
Para cerrar con broche de oro la historia, una rama de una encina está volviendo a amenazar su vivienda y desde el Ayuntamiento le han dicho que no es competencia suya, que pida los permisos de poda, que le supondrían 4.000 euros, dinero que evidentemente no posee.
Es una terrible injusticia, que lógicamente ha minado la paz familiar de este pobre hombre y toda su familia. ¿Hasta qué punto una ley debe ser aplicada con todo su rigor, sin considerar todas las circunstancias que hay alrededor? ¿Más aún cuando hay pruebas que justifican la violación de esa ley?
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