Kelly Easton tan solo tenía 12 años de edad cuando comenzó una larga batalla, que por algún tiempo fue su gran secreto. Todo comenzó un día muy soleado cuando fue a visitar a su tía Karen, ese día que en teoría era como cualquier otro, pasó algo que la marcó por el resto de su vida.
Se empezó a desprender mechones de su cabello.
Su cabello se sentía sensible al tacto, inocentemente comenzó a frotar el lado derecho de su oreja, zona de la que tiró los primeros mechones y comenzó a jugar con ellos.
Pasaron meses antes de que su madre se diera cuenta por lo que estaba pasando, pero solo fue cuestión de tiempo para que su mamá notara los mechones, buscara ayuda profesional y comenzara una larga jornada de visitas a doctores.
Debido a su situación Kelly no se sentía bonita.
En 1986 fue la época en la que comenzó todo para Kelly, en esa fecha aún no había Internet, así que no sabía que ese pequeño secreto era común en otras personas con ciertas patologías.
El cabello de Kelly era largo, grueso y castaño, verlo desaparecer fue muy triste, tuvo que asistir a la escuela con ausencia de cabello en algunas zonas, esto le resultaba realmente vergonzoso. A pesar de contar con el apoyo de toda su familia inevitablemente no dejaba de sentirse sola.
Comenzó a escribir un libro que imprimió solo para su familia.
Tuvo que soportar implacables burlas durante muchos años, el tratamiento que recibía era a base de dióxido de carbono era muy doloroso y le hacía sangrar la cabeza. Después de varias visitas al doctor un dermatólogo le dio un diagnóstico definitivo.
Sufría de Tricotilomanía, también llamada como trastorno del tirón del cabello.
Se trata de un trastorno mental que consiste en arrancarse compulsivamente los pelos de distintas partes del cuerpo, quienes lo padecen difícilmente lo pueden controlar.
Kelly tuvo que aceptar que a pesar de luchar el principal problema era ella. No entendía cómo alguien en su sano juicio se arrancaría todos los cabellos de la cabeza.
Este trastorno aumenta la ansiedad y el estrés.
Por mucho tiempo estuvo deprimida y desesperada, las burlas solo aumentaron. Su abuelo le decía que nunca encontraría a un chico luciendo así, pero en abril de 1990 conoció al hombre que tiempo después se convirtió en su esposo y hoy es el padre de sus hijos.
Kelly no podía creer que con tan solo con 16 años conocería al hombre de su vida y quien la ayudaría a recorrer este largo camino lleno de tirones de cabellos.
En medio de las adversidades la familia fue una gran roca para Kelly.
Solo cuando comenzó a escribir en su diario se dio cuenta de todo el estrés que había en su vida. Poco a poco empezó a ver el progreso aunque nunca supo realmente cuál fue el trauma inicial que desencadenó todo.
Ahora su mayor reto era avanzar sin medicación, pero sobre todo, sin la peluca que la hacía sentir tan diferente.
Algunas personas consideran este trastorno como un hábito.
El 2009 fue su fecha límite para dejar de usar la peluca. El amigo de un vecino cortaba cabello y pidió que cortara el de ella. Después de años Kelly tiró su peluca a la basura y se cortó el cabello. Ese domingo de pascua por primera vez en 17 años se sentía orgullosa, con miedo, pero sobre todo feliz.
Han pasado más de tres décadas desde que tiró de su primer mechón.
Ahora Kelly está dispuesta ayudar a las personas que sufren del mismo trastorno para que no tengan que esconderse.
A veces podemos dejar que nuestra vida sea controlada por cosas simples, pero enfrentar esa batalla no lo es. Kelly tardó en encontrar el equilibrio y está haciendo lo posible para que otras personas encuentren claridad en medio de tanta oscuridad.
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