Como producto de la cuarentena, el cierre de las escuelas afectó a muchos vendedores. Así le ocurrió a un octogenario argentino que estuvo a punto de perderlo todo, hasta que los estudiantes que siempre le compraban sus productos acudieron en su ayuda.
Marcelo Altamiranda, o mejor conocido por todos como el Petro, es un anciano de ochenta años y padre de cuatro hijos, que se dedicó a la venta de forma ambulante desde que tenía tan solo trece años.
Pero era responsable a su trabajo, y fue ahorrando hasta que pudo montar su propio quiosco en Junín, en la vereda del instituto JIM, en San Miguel de Tucumán.
Desde entonces, atendía su pequeño negocio de lunes a viernes, y los fines de semana se montaba en su bicicleta para ir a vender a las canchas de fútbol que quedaban cerca.
Todos los estudiantes eran sus clientes, y cuando no estaban en el instituto los encontraban en las canchas.
Pero Marcelo estaba muy preocupado, justo antes de comenzar la pandemia había invertido todo lo que tenía en comprar mercadería para el nuevo curso escolar, y debido a las medidas de confinamiento no podía vender sus productos ante la falta de clientes.
El hombre vive de los ingresos que percibe en su quiosco junto a una pensión mínima de vejez. Pero con las escuelas e instituciones educativas cerradas su preocupación aumentaba, porque los dulces que había comprado se dañarían para cuando terminara la cuarentena.
Lilia, su hija mayor, se sentía triste al ver al padre tan preocupado, y cierto día se encontró con Rubén Salim, uno de los alumnos del instituto. Como sabia del aprecio que sentían todos los estudiantes por el laborioso ancianito, le mencionó lo que estaba sucediendo.
“Ocurre que él es muy ordenado. Ahorra todo el año escolar para tener plata para comprar las golosinas para el año siguiente”, dijo Lili.
Rubén no podía permitir que a su querido Marcelo le pasara tal desgracia con su mercancía. Así que se puso en contacto con todos sus compañeros y en menos de un día juntaron 639 dólares en una cuenta de Mercado pago, y se lo donaron a su vendedor estrella.
No es la primera vez que los jóvenes estudiantes se preocupan por Petro. Cecilia Ascárate, docente del instituto JIM contó a un medio de comunicación local, que en cierta ocasión al anciano le robaron la bicicleta que le sirve de medio de transporte para su trabajo, y los estudiantes reunieron entre todos y le compraron una nueva.
Tal es el amor que se ha ganado el abuelo entre los jóvenes clientes, que no lo ven como un vendedor cualquiera, sino como un miembro más de la comunidad educativa. La noticia fue compartida en las redes sociales y los internautas se enternecieron al conocerla.
“¡Felicitaciones para los chicos por tan noble acción! Pero especialmente para ese hombre por ganarse el cariño de todos ellos. ¡Bendiciones para todos!”, expresó un conmovido internauta.
Sin lugar a dudas, es un hermoso gesto, ¡enhorabuena por Petro!, que siga teniendo vida y salud para disfrutar del cariño que tantos jóvenes le profesan.
Un pequeño gesto puede hacer una gran diferencia cuando aprendemos a ser empáticos y sensibilizarnos con el dolor de los demás. Mil aplausos para estos generosos estudiantes, comparte su acto de solidaridad.