Uno jamás espera es ser rechazado de un trabajo únicamente por su aspecto, tal como le pasó a Antonia Marina Aparecida de Paula, cuando le dijeron que no calificaba para el empleo porque “tenía cara de pobre”.
Antonia actualmente tiene 60 años y ejerce el derecho desde su escritorio, revisando casos judiciales, pero siempre recuerda lo duro que fue ganarse una oportunidad en la vida.
Cuando apenas terminaba el bachillerato, Antonia se dio cuenta de las injusticias en el campo laboral tras la llegada de un reconocido banco a su ciudad, Serra Azul de Minas, en Brasil, lo que significaba para todos nuevos puestos de trabajo.
Antonia se postuló haciendo el examen requerido para entrar, y que ella asegura haberlo hecho bien, pero más tarde se enteró que no había sido seleccionada y que su prueba ni si quiera había sido corregida. Fue descartada por “su aspecto de pobre”.
Decepcionada, Antonia abandonó su ciudad natal hacia Belo Horizonte en búsqueda de oportunidades, pero el comienzo fue lo menos complicado que le tocó pasar.
La joven vivió durante meses en las calles sin empleo hasta que consiguió un trabajo como empleada doméstica.
Recuerda que fue muy sacrificado durante meses, no tenía un techo y los conocidos de la ciudad decían querer apoyarla, pero no le daban alojamiento porque tenían poco espacio.
A pesar de tener un sueldo no le alcanzaba para pagar un departamento, así que cuando terminaba el servicio de limpieza en el hogar donde trabajaba se iba a pasar la noche en la estación de autobuses.
Un día encontró un anuncio sobre un concurso para convertirse en oficial de justicia, y solo pedían como requisito tener la escuela secundaria. Esta oportunidad marcó un antes y un después en su vida porque la sacó de la calle y le dio lo mínimo para sobrevivir.
“Fui a una escuela intensiva, pero descubrí que costaba mucho más de lo que yo podía pagar con mi salario como ama de llaves. Entonces, comencé a recolectar las copias manchadas o inutilizables que otros estudiantes tiraban a la basura”, agregó Antonia.
Pero no fue hasta conseguir su nuevo puesto de trabajo como oficial de justicia, que dio un salto real en la carrera del Derecho, pudiendo entrar a una universidad y comenzar a soñar en grande hasta convertirse en una jueza.
Después de años de estudio, Antonia terminó la especialización en el área penal, convirtiéndose en jueza aportando una mirada más humana al sistema, dejando de lado las apariencias tras saber lo injusto que puede llegar a ser.
Aún recuerda que cuando era empleada doméstica pidió una vez a su empleador que la dejara quedarse en la trastienda de la vivienda, pero la respuesta que le dieron era que “una niña negra dentro de la casa es una tentación para su esposo e hijo”.
Antonia jamás olvidó esas palabras y es una situación que quiere erradicar de su cultura.
Comparte la historia de superación de Antonia quien asegura que no es imposible darle una vuelta al destino, lo importante es buscar las herramientas para lograr ese cambio.