Keia Jones-Baldwin es una amorosa madre de familia que nunca se imaginó que volvería a tener que cambiar pañales. Keia siempre sintió un gran instinto maternal y cuando su familia se encontró en un momento estable tomaron la decisión de adoptar para poder cambiar la vida de un niño que necesitara ayuda.
Lo primero que pensaron fue que debía tratarse de alguien de cerca de 5 años, para que así lograra adaptarse mejor con sus hermanos.
Los hijos mayores de Keia son Zariyah de 15 años, Karleigh de 16 y Ayden de 8.
Sin embargo, la vida les dio una gran sorpresa. En julio del 2017 Keia recibió una llamada. Su supervisora en la organización de familias temporales le habló sobre un bebé recién nacido que estaba en cuidados intensivos y que necesitaba de alguien que hiciera contacto piel a piel con él. Keia no lo pensó más y fue así como conoció a un bebé llamado Princeton.
El bebé era hijo de una joven que tenía problemas con la drogas y quería darlo en adopción.
Recientemente, celebraron la culminación de todo el proceso de adopción y ya pueden decir con mucho orgullo que Princeton es el nuevo miembro de la familia. Sin embargo, muchas personas los juzgan en la calle por una razón muy particular.
Los Jones-Baldwin son una familia de tez morena y Princeton es un bebé blanco. En muchas ocasiones los procesos de adopción son precisamente al revés, pero nunca imaginaron que esto podría llegar a causarles tantas dificultades.
La familia vive en Carolina del Norte en los Estados Unidos.
Cuando acudieron a unas vacaciones en Tennessee una chica que debía tomarles fotografías desapareció. Minutos después regresó y les explicó que llamó a la policía ya que unos días atrás había realizado otra sesión de fotos en donde aparecía ese bebé con su verdadera familia.
Keia tomó la decisión de adoptar a Princeton con 36 años de edad.
Otro día, cuando su auto se accidentó se vieron obligados a detenerse por un par de horas frente a la casa de un desconocido. Le explicaron que sólo estarían allí mientras llegaba la ayuda pero el dueño de la casa llamó a las autoridades y les aseguró que Keia se había robado el auto y al pequeño bebé.
«Muchas veces creen que soy la niñera de Princeton».
Por suerte, ellos siempre han sabido mantener la calma y siempre cuentan con todos los papeles necesarios para demostrar que están en toda la potestad de cuidar a Princeton, viajar con él y que ahora se han convertido en sus padres.
Todas estas situaciones tan incómodas han hecho que Keia reflexione mucho sobre los enormes prejuicios raciales que todavía existen nuestra sociedad.
“La familia no es sangre. Es amor”.
En lugar de entristecerse, ha decidido compartir su historia para explicar que la familia va mucho más allá de los nexos sanguíneos y el color de piel.
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