Es lamentable que muchas personas deban pasar sus llamados “años dorados” en condiciones poco amigable e incluso deplorables. Especialmente, después de haber tenido una vida exitosa con un buen trabajo y una familia.
Esta es la desafortunada realidad de Brian, un piloto de 73 años que ha estado viviendo por casi una década en un parque en Cornwall, Inglaterra.
Brian es originario de Nueva Zelanda, ha estado viviendo en su refugio en Cornwall desde 2012, cuando optó por vivir la «vida más simple» pues se había quedado sin hogar.
Desde la fecha el abuelito se autodenomina el «vigilante nocturno no oficial» del lugar.
Los residentes de la zona lo conocen y en ocasiones recibe algún alimento de un alma generosa. Brian se encarga de cuidar el parque de los problemas y los grafitis.
“No podía decidir a dónde quería ir al no tener hogar. Es una decisión bastante dura. Hay muchos lugares diferentes para elegir. Decidí intentarlo aquí y ahora no pueden deshacerse de mí. Soy el vigilante nocturno no oficial«, dijo el piloto jubilado.
Muchos en el área lo conocen como el señor de los libros pues suelen verlo en el parque con su cabeza enterrada en las páginas de alguna obra. Sin embargo, sólo quienes han tenido el gusto de hablar con él saben su historia.
En sus años mozos, Brien trabajó como piloto para una aerolínea y eso le permitió conocer lugares con los que muchos en su barrio sólo pueden soñar.
«Hawaii y Fiji son como el cielo en la tierra», dice mientras recuerda los viejos tiempos.
Además, también alega haber trabajado en la ONU y conocer de cerca el rostro de la “verdadera” pobreza.
Para él su vida no es de pobre, aunque sí le gustaría tener otras comodidades, pero tras haber prestado servicio en Vietnam durante los años 70 tuvo la oportunidad de vivir en algunas naciones africanas más pobres para la época.
Un fallo en sus exámenes médicos le impidió la renovación de su contrato y perdió su licencia. Al quedarse sin trabajo decidió mudarse a Londres y comenzar de nuevo.
Trabajó como chef para varios restaurantes pero tras la crisis inmobiliaria del 2012 quedó en la calle.
Brian tiene un hijo en Nueva Zelanda con el cual ha perdido contacto y pasó sus Navidades en compañía de otro indigente. Sin embargo, entre risas asegura sentirse bien con lo poco que tiene ahora pues vive sin estrés.
«No me preocupo, no hay facturas que pagar. Mi mayor problema es si va a llover hoy y en qué dirección sopla el viento», comentó Brien.
A pesar de su avanzada edad, este septuagenario conserva más vitalidad y carisma que muchas personas con las que nos cruzamos en las calles.
Sólo esperamos que pueda encontrar en su camino a otras almas bondadosas que lo ayuden a salir adelante y no sólo le brinden una mano en los días lluviosos, es injusto que deba vivir bajo esas condiciones siempre.
Necesitamos un mundo más humano, detrás de cada persona sin hogar hay una historia por conocer. Hay que juzgar menos y ayudar más.