Magaly es una joven madre, originaria de Chihuaha, México, que jamás imaginó que tendría que enfrentar el doloroso momento en que los médicos le dijeran que a su hijo Julián le quedaba poco tiempo de vida tras ser diagnosticado con leucemia.
Pero la madre jamás se daría por vencida, lo que no sabía es que a pesar de que su hijo se curaría de su primer diagnóstico, la mala suerte estaba echada. Y tuvo que enfrentar 3 veces más la triste noticia de que la leucemia regresaba con más fuerza.
«Las cuatro veces sentí el mismo dolor y la misma desesperación», confiesa Magaly.
El pequeño, sin embargo, es un valiente guerrero que asegura ser «el hombre de la casa». Y a su corta edad, ha pasado la mitad de su vida luchando contra la enfermedad.
Pero el panorama se tornaba cada vez más oscuro, así que Magaly consiguió viajar a Memphis, Tennessee, en Estados Unidos, al hospital St Jude, donde conseguiría la ayuda que necesitaba Julián.
«La leucemia ya estaba muy avanzada, con muchas infecciones en su cuerpo, por lo que cuando ingresó al hospital tuvo que estar en Cuidados Intensivos».
Ya en el hospital el equipo médico decidió apostar todo por el pequeño y le realizaron inmunoterapia, fue cuando realmente empezó a mejorar.
Al punto que le pudieron hacer el anhelado trasplante y sin ningún costo, trasplante de médula ósea que el pequeño Julián jamás habría podido recibir en Chihuahua.
El doctor Alberto Pappo fue quien estuvo al frente y reoconoció que lo que había vivido la madre de Julián y el pequeño en todo ese tiempo era devastador, por lo que no se ahorraron los esfuerzos para que Julián recuperara la esperanza de vivir.
«Que este niño pueda ser salvado, que pueda seguir soñando en las noches y levantarse por la mañana y ver el sol una vez más. Eso es lo que este hospital hace», sostuvo.
El propósito del equipo médico del hospital St Jude ahora es compartir los hallazgos de sus investigaciones con los hospitales de América Latina, donde los pequeños con cáncer tienen menos esperanza de ganar la batalla a un cáncer avanzado.
El equipo médico está resuelto a que en el año 2030, 6 de cada 10 de estos niños terminen en un resultado exitoso y regresen a casa curados para siempre.
«Las enfermeras hacen que no sienta dolor, ellas te cuidan. Y los doctores son muy buenos, te dan fuerzas para que sigas luchando aquí, y no te rindas, estar aquí es un sueño hecho realidad», concluye Julián.
Esperamos que el destino de Julián, ahora de 10 años, cambie para siempre y que toda la sabiduría y los avances científicos en favor de la cura del cáncer infantil que desarrolla el prestigioso hospital St. Jude, realmente llegue a la mayor cantidad de niños que la vida les ha arrebatado la esperanza.
Pero la fe es lo último que debe perderse y el caso de Julián es la prueba de ello. ¡Comparte esta noticia!