Actualmente la ciencia avanza a pasos agigantados, y los recursos para comunicarnos también. Esta historia es una muestra del impacto de las redes sociales, que cada vez abarca más áreas.
Se trata de la transmisión en directo de la operación cerebral de una joven de 25 años a través de las redes sociales para que miles de espectadores tuvieran la oportunidad de seguirla desde sus casas.
Jenna Schartd trabajaba con pacientes con accidente cerebrovascular como parte de su programa de maestría en terapia ocupacional en la Universidad de Brenau en Gainesville, Georgia, cuando repentinamente presentó síntomas similares al de sus pacientes.
Una exploración reveló que los síntomasno eran por un accidente cerebrovascular, sino por un cavernoma, una convulsión causada por la maraña de vasos sanguíneos en el hemisferio izquierdo del cerebro.
El área cerebral donde el lenguaje se formula y procesa para el 95 por ciento de las personas, puede causar daño cerebral si se desangra.
Esta maraña de vasos sanguíneos malformados estaba muy cerca del centro del habla del cerebro de Jenna y no pudo ser tratada con medicación, por lo que el equipo médico del Centro Médico Metodista de Dallas recomendó una cirugía de cerebro abierto.
“Al principio estábamos muy asustados, pero la han tratado muy bien”, dijo el padre de Jenna.
Para evitar dañar partes de su cerebro, los médicos necesitaban que Jenna estuviera despierta mientras presionaban varias partes de su cerebro para ver si interrumpía su discurso.
La valiente estudiante originaria de Illinois aceptó la propuesta de que cualquier persona pudiera ver su operación también, por lo que el Centro Médico Metodista Dallas transmitió en vivo su cirugía a través de las redes sociales.
Más de mil personas fueron testigos de esta intervención mientras miraban desde sus teléfonos inteligentes y ordenadores en todo el mundo.
Las imágenes muestran cuando la cámara se acerca lentamente a la cara de Jenna, la única parte de su cuerpo que no estaba oculta por las cortinas quirúrgicas azules.
A diferencia de la mayoría de los pacientes sometidos a una cirugía mayor, Jenna no fue intubada con una máquina que respiraba por ella, solo le colocaron un tubo verde ubicado debajo de su nariz que le garantizaba suficiente oxígeno.
Detrás de la cubierta quirúrgica, oculta a la vista de la cámara, estaba extraída parte de su cráneo para exponer el cerebro y dar acceso a los neurocirujanos para liberar la maraña de vasos sanguíneos.
Unos minutos después de que las cámaras comenzaran a grabar Jenna se sonrió y sus ojos simplemente reflejaron una mirada soñadora.
“¡Oh, está despierta!” dijo alguien en la sala de operaciones.
Durante casi toda la intervención Jenna tuvo que repetir lo que le mostraban en una pantalla para que los médicos comprobaran que no se interrumpía su capacidad para hablar.