Cuando a alguien le diagnostican una enfermedad terminal generalmente le invaden muchas emociones:preocupación, confusión, auto compasión, otros lo asumen como un reto para ayudar a los demás.
Tal es el caso de un joven que dedica lo que le queda de vida, a ser la voz de muchos niños.
Desde un principio la vida de Eric Erdman no ha sido fácil, fue un bebé prematuro que nació en Millersburg, Ohio, pesaba aproximadamente un kilogramo.
Desde pequeño comenzó a presentar dificultades de aprendizaje, se fue apartando de sus compañeros, se sentía aislado en su propio mundo.
La timidez e inseguridad se apoderaron de él, le costaba socializar. Fue víctima de constantes señalamientos, nada agradable para un chico que está comenzando a vivir.
Cuando tenía 16 años fue diagnosticado con un cáncer epéndimo anaplásico, es decir, cáncer en el cerebro.Ahora, con 19, los médicos le han informado que le quedan pocos meses de vida, pero él no se siente derrotado.
«El cáncer es lo mejor que me ha pasado. Me dio mi voz. Compartir la historia con el cáncer me permitió tener una plataforma en mi comunidad», dijo Eric.
Ha sacado lo mejor de sí, y ha decidido servir de apoyo y guía a los niños con problemas, convirtiéndose en una voz para ellos, en una plataforma para expresarse y hacerse sentir.
No desea que otros pasen lo que a él le tocó. Su enfermedad y el rechazo que recibió, se transformó en la oportunidad de luchar por otros.
A pesar de haber pasado por cuatro cirugías cerebrales, tres rondas de radiación y medio ciclo de quimioterapia, sigue allí, con sus ganas de ayudar a los niños que lo necesitan.
Inicióla fundación Give a Child a Voice, para niños como él, que sufren física y emocionalmente, para alentarlos a hablar cuando se enfrenten a circunstancias difíciles.
«Sentí que estaba en una isla. Embotellé todo dentro cuando me sentía atemorizado por los señalamientos. Pero me di cuenta de que es más doloroso guardar silencio», afirmó el motivador joven.
Por eso su fundación tiene como lema «Romper el silencio». Además, se preocupa en ofrecer espacios seguros donde los niños puedan desarrollarse integralmente.
«Hacer ejercicio finalmente me dio la confianza para contarles a mi hermano y a mi madre lo que me estaba pasando», afirmó el joven.
El tiempo que le queda desea dedicarlo plenamente a seguir ayudando a más niños a que sean autores de su propia historia.
Se mantiene entusiasta ante todo