Seas madre o no, sabes perfectamente que no es un trabajo fácil, pero debo decir que para mí es la experiencia más enriquecedora y maravillosa que me ha tocado vivir. He aprendido muchas cosas en estos escasos años que he vivido conviertiéndome en madre (nadie sabe ser madre hasta que lo es) y quiero compartirlo con todos vosotros. Ojalá estas palabras sirvan de aliento, consejo o simple entretenimiento para alguna madre que (como yo en algunos momentos) se encuentre agustiada o triste o con necesidad de una amiga.
1. Mi cuerpo cambió para siempre
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Es difícil de aceptarlo, pero mi cuerpo no ha vuelto a ser el mismo y jamás lo volverá a ser: estrías, celulitis, la cicatriz indeleble de una cesárea,… Mis caderas ensanchadas y mis seños más grandes (no todo tenía que ser malo) han cambiado mi figura de jovencita por la de una mamá. Ojeras por no dormir, las manos ásperas de los quehaceres domésticos… Eso a veces hace que me sienta francamente FEA. Pero no por mucho tiempo: cuando mis hijitos llegan con sus mejillas rosadas y sus cutis perfectos y me bañan de besos y me miran con esos ojos llenos de brillo e inocencia… comprendo que ante sus ojos yo soy la mujer más HERMOSA del mundo y no ven las imperfecciones de mi cuerpo, sino mi infinito mi amor por ellos.
2. La lactancia es una maravilla
Y una bendición también. No sólo ahorras dinero en biberones, también es tiempo. Hay mil artículos online que te dirán los beneficios de la lactancia materna, pero yo te digo esto: ¡Dormirás mejor! Es mucho más fácil y rápido, está a la temperatura perfecta y es relajante para ambos. Muchas veces me quedé dormida junto a mi bebé al amamantarlo en la noche. Aunque al principio fue un poco difícil, agradezco muchísimo a la naturaleza por la lactancia materna.
3. La cosas no tienen que ser perfectas
La gente, los comerciales de comida para bebé, las revistas, entre otras cosas, nos pintan la existencia de una maternidad perfecta, pero esas son patrañas: la casa estará deordenada la mayor parte del tiempo, siempre habrá algo fuera de lugar. Siempre habrá manchas inexplicables en la ropa, en el suelo y en los muebles. El tiempo jamás será suficiente y la falta de sueño crónica causará estragos en la productividad de cualquier madre. Pero al final, eso no importa demasiado, lo verdaderamente importante es estar en familia, lavar los platos puede esperar. A mi pequeño le importa más jugar un rato con una pelota o con un par de botellas vacías que tener el juguete de moda «y perfecto para el desarrollo de su motricidad fina», siempre y cuando juegue con él. Las cosas no tienen que ser perfectas y eso no me convierte en una mala madre.
4. El tiempo es limitado, hay que elegir sabiamente
Jamás alcanzará el tiempo ni las energías de una madre para poder hacerlo TODO. Es por eso que hay que escoger sabiamente: una comida rápida de espaguieti y nuggets alegra de vez en cuando nuestros viernes y puedo sentarme a conversar con ellos. Cuando eran bebés, dejaba de hacer lo que fuera por amamantarlos un rato, era una hora sagrada. Ahora que van a la escuela tengo tiempo para arreglar la casa y pintarme las uñas… ¡Jamás me he arrepentido de los momentos en que preferí estar con ellos, pero sí me arrepiento de cuando he estado en otro asunto y ellos me necesitaban!
5. La depresión postparto existe
Conmigo tardó como un mes en irse. UN MALDITO MES ENTERO en que me sentía la peor madre del mundo, porque no estaba infinitamente enamorada de mi bebecito recién nacido y yo no entendía por qué. Un mes en que las lágrimas no cesaban, igual que las críticas de la gente y de mi propia pareja. Un mes infernal tras el cual, de una manera casi mágica, me sentí mejor y comencé a sentir todo eso que se supone que una madre debe sentir por su hijo, y todo mejoró. Jamás dije una palabra, creí que estaba sola y tenía miedo de que alguien se enterara porque pensarían que soy una pésima madre… Me hubiera gustado saber que no era la única, y que yo no tenía la culpa. Por eso, si te sientes como yo me sentí, te digo: No estás sola, no es tu culpa y pasará pronto. ♥
6. Sobrevivirás porque hay más momentos buenos que malos
De pronto es abrumador y parece que los berrinches en el supermercado y los accidentes en casas ajenas jamás terminarán, pero he sobrevivido. Nada de eso me ha matado, al contrario: he ejercitado mi paciencia, mi empatía y mi habilidad de improvisar soluciones a base de clips y toalitas húmedas. Y al final, he recibido más besitos húmedos que berrinches, más abrazos que pataletas, más sonrisas que lágrimas. Incluso hay momentos que parecen malos pero que, al recordarlos, me dan risa.
7. La vida sigue
Hay momentos en los que parece que tu vida no será la misma, que jamás volverás a tener una conversación que no trate sobre bebés y enfermedades. Que tendrás un aroma a vómito de leche para siempre en tu piel. Pero no, las cosas recuperan su ritmo poco a poco e irremediablemente. Yo volví al trabajo, casi sin darme cuenta, y mis pequeños fueron a la escuela con mucha alegría. A veces exraño cuando no podían caminar y alcanzar las cosas que están en la mesa y dormían dos siestas al día y no pedían papas fritas para cenar… Pero la vida sigue. Y cada vez se pone mejor.
Bueno, chicas. Éstas son sólo algunas cosas que he aprendido durante mi proceso maternal. Sé que aún me falta muchísimo por vivir, por crecer y por aprender de estos pequeños grandes maestros que son mis hijos. Cada día es una pequeña aventura y me sigo sorprendiendo de la fortaleza que tanto ellos como yo adquirimos día a día. Esta vida es preciosa y mi mayor bendición ha sido compartirla con ellos, mis angelitos.
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