Cuando Lisa Ryan acudió al dermatólogo pensó que lo único importante era quitar un quiste de su espalda. Sin embargo, el médico decidió hacer un chequeo mucho más completo para descartar cualquier otro problema.
Lisa acaba de cumplir 56 años.
Fue entonces cuando una enfermera notó que algo no andaba bien con las pecas de su nariz. Al principio se trató de un simple presentimiento, pero las pruebas comprobaron que Lisa requería más atención médica de lo esperado.
“Temo que esta peca ha desarrollado un melanoma”.
Se trataba de una peca que Lisa ya había notado desde hace al menos un año. Sin embargo, nunca le dio importancia ni pensó que pudiera tratarse de cáncer.
Durante toda su vida tuvo una gran afición por broncearse y como ya tenía otras pecas en su rostro pensó que sería una más. Cuando supo que el médico estaba verdaderamente preocupado, comenzó a pensar que debió ser más cuidadosa al exponerse constantemente al sol.
“Tuve mucho miedo. Sé que hay gente que ha perdido la vida por tener melanoma. Era algo serio”.
Cuando se confirmó que se trataba de cáncer, Lisa reconoció que no se encontraba del todo impactada. Después de todo, broncearse era prácticamente su pasatiempo favorito.
Pensó que como tenía facilidad para ello, no corría ningún riesgo. Cuando era joven incluso llegó al punto de cubrirse con aceite de bebé y descansar en mantas reflectantes para quedar lo más bronceada posible.
“Siempre me sentí orgullosa de lo bien que me bronceaba. Nunca usé protector solar. Pensé que el cáncer de piel sólo afectaba a las personas cuya piel se quemaba en lugar de broncearse”.
A partir de los años 80 y 90 la gente comenzó a volverse más consciente del enorme riesgo que implicaba no utilizar protector solar y estar constantemente expuesto al sol.
Lisa siempre protegió a sus hijos, pero seguía sin tomar esta costumbre tan importante para el cuidado de su propia piel.
Los primero síntomas del melanoma son manchas o lunares con asimetría, colores y constantes cambios.
Después de ser diagnosticada con melanoma, recibió tres cirugías para poder quitar toda la piel afectada de su nariz y después poder tener una reconstrucción en donde no quedara rastro del problema.
Hoy en día se encuentra muy feliz con los resultados, pero cada vez que se ve en el espejo nota que hay algo diferente y recuerda lo mucho que su afición por el bronceado afectó su salud.
Lisa debe acudir al médico cada 3 meses para hacer un chequeo completo y asegurarse de que el cáncer no regrese.
Ahora, Lisa ha decidido compartir su historia para que otras personas como ella tomen conciencia del gran daño que se están haciendo al buscar constantemente el bronceado perfecto.
Comparte esta valiosa información que puede salvar la vida de muchas personas.