El sentimiento de arraigo de un anciano en Taiwan lo ha llevado a convertirse en “el abuelo arcoíris”.
Esto después de que el hombre se valiera del hermoso arte de pintar para salvar de la destrucción a la comunidad donde había vivido por más de 40 años y de la cual era el último habitante.
Su nombre Huang Yung-fu, de 86 años, y poco menos de una década atrás comenzó la hermosa labor de darle color a su aldea. Su intención era evitar que el gobierno la demoliera y construyera un lote de apartamentos.
El Sr. Yung-fu no es de Taiwan, sino de China pero para él esa tierra se ha convertido en algo propio que ama como a su vida.
Después de haber peleado en la sino-japonesa y en la Segunda Guerra Mundial, el adorable abuelo arcoíris luchó en las filas del Partido Nacionalista contra las fuerzas comunistas del gobierno de Mao Zedong.
Cuando los nacionalistas perdieron, estos se vieron en la necesidad de abandonar el país para huir de las represiones del gobierno.
El Sr. Yung-fu forma parte de la lista de más de 2 millones de habitantes que se refugiaron en Taiwán.
“Cuando llegué aquí, la aldea tenía 1.200 hogares y todos nos sentábamos y hablábamos como una gran familia. Pero luego todos se mudaron o fallecieron y empecé a sentirme sólo”, comentó Huang.
Al conocer su historia, es posible entender porque la solicitud de desalojo no fue nada agradable para él. Aunque el gobierno le aseguraba una mejor vida y retribución económica por el desalojo, Huang no podía dejar su hogar.
Un día, casi por inspiración Divina, el Sr. Yung-fu empezó a pintar y a llenar de colores las paredes de su bungalow. Todo inició con un pequeño pájaro pero el entusiasmo le ganó y comenzó a pintar los edificios abandonados de la aldea.
En cuestión de semanas, Huang le había dado a la aldea melancólica y abandonada una cara más alegre y colorida.
En el 2010, un estudiante universitario se enteró del conflicto que atravesaba el Sr. Yung y al ver las maravillas que había hecho con la aldea decidió brindarle apoyo.
El joven publicó algunas fotografías del lugar a través de la Internet y denunció el problema que atravesaba este hombre.
En cuestión de semanas ciento de personas se habían sumado a la causa proteccionista que pretendía evitar la destrucción del lugar.
Gracias a la colaboración recibida en todo el país, el gobierno claudicó en su intención de hacer de la aldea un lote de apartamento. Lejos de eso, decidieron reconocer el hermoso trabajo que había hecho el anciano y la aldea se convirtió en un centro turístico.
“El gobierno me prometió que conservarán esta casa y toda la aldea. Eso me hizo sentir muy feliz y agradecido”, dijo Huang.
Este anciano ha regalado a Taiwan un nuevo centro turístico que es visitado por ciento de personas al año. Con su arte, el Sr. Yung-fu no sólo salvó las tierras que tanto ama, sino que dio un hermoso ejemplo sobre lo importante que resulta conservar las raíces y lo tradicional. No dejó que la avasallante modernidad le arrancara sus memorias.
Comparte esta inspiradora historia y muéstrale a tus amigos las hermosas pinturas que ha creado este encantado hombre ¡Gracias Huang!