La crisis del coronavirus ha afectado a todos por igual. Pero sin duda, el sector de la hostelería se ha visto gravemente perjudicado, debido a las restricciones impuestas por los gobiernos para frenar los contagios.
Los dueños de restaurantes, bares y hoteles se han tenido que enfrentar a la dura decisión de cerrar temporalmente, o en algunos casos definitivamente. Los números no dan para mantener los altos costes de los empleados, sin clientes.
En esas difíciles circunstancias se encontraba Brendon Ring, el dueño de un local llamado Nightown, en Cleveland, Ohio. Un lugar muy conocido en la zona por la música en vivo y el excelente servicio de sus meseros.
Ring había comentado recientemente con sus trabajadores que se vería obligado a cerrar temporalmente, mientras lo peor del virus cesaba. Noticia que lógicamente dejó a todos devastados, pero nunca imaginaron que eso llegaría a oídos de un cliente, y pero aún lo que haría para repararlo.
«El Covid está tan fuera de control en Ohio que decidí cerrar voluntariamente hasta enero», dijo Ring.
Así que el pasado 22 de noviembre, que era domingo, la víspera de que cerraran, estuvieron muy ocupados atendiendo a sus clientes por última vez. Pero inesperadamente, un hombre que no frecuentaba mucho el lugar se acercó donde Brendon para pedirle directamente a él la cuenta.
El misterioso cliente sólo había pedido una cerveza, tomó 2 sorbos, y finalmente procedió a pagar la factura que ascendía a 7.02 dólares.
Después, como suele ser el mecanismo de las propinas en Estados Unidos, aumentó con bolígrafo la cantidad que quería dejar, no sin antes insistir que quería que no se revelara su nombre.
Brendon miró la anotación del cliente y se sorprendió al creer que decía 300 dólares, un valor bastante alto. Pero después de ponerse las gafas se fijó bien, se trataba nada menos que de ¡TRES MIL DÓLARES!
Era una propina de $3.000 en una cuenta de $7, Brendon estaba seguro que no era más que un gran error.
Así que sin dudarlo, corrió hacia el cliente para hacerle ver que seguro se equivocó al escribir. Pero lo que encontró por respuesta fue:
«No, eso es lo que pretendía. Compártelo con el personal. Buena suerte chicos, Feliz Navidad y nos veremos cuando regresen».
Ring simplemente no podía creer en semejante sorpresa navideña. Y siguió al pie de la letra el deseo del Papá Noel disfrazado de cliente que el destino le regaló. Pero el problema es que era conocido por ser un gran bromista, así que cuando le comunicó al personal de la jugosa propina que le tocaría a cada uno, nadie le creyó.
Solamente cuando le mostró a otra mesera la factura, ella comenzó a llorar sin parar. Había cuatro meseros trabajando el domingo, y cada uno de ellos recibió 750 dólares, gracias a la generosidad del héroe anónimo.
«Todos estamos tan desesperados por noticias alentadoras, si este fuera un año normal, sí, sería una buena historia, pero es una gran historia por el año que estamos viviendo», concluyó Ring.
No te vayas sin compartir esta inspiradora historia que nos calienta el alma en medio de tanto desconsuelo. Es más maravilloso aún aquello de que «no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha», y este hombre es fiel ejemplo de eso.