Tras perder a su primer hijo a causa de una enfermedad cardíaca congénita, para Sharee McCoy, de 36 años, fue una gran sorpresa enterarse de que estaba embarazada por segunda vez.
El temor por el dolor que había atravesado la dejó con muchas preguntas pero aún así celebro la nueva oportunidad que tenía para ser madre.
La mujer de Granite City, Illinois, supo de su embarazo cuando tenía ocho semanas. Su pequeño Jude había fallecido a los dos meses de vida, así que la noticia de un nuevo bebé la atemorizó pero estaba decidida a hacer todo lo posible porque este otro bebé pudiese vivir.
Sin embargo, una advertencia de los médicos haría que su mundo se derrumbara. Sharee tenía un embarazo por cicatriz de cesárea (CSP).
Su óvulo se había implantado en su útero en el sitio de una cicatriz de cesárea previa y esto podría provocarle una ruptura potencialmente mortal o un sangrado severo si llevaba su embarazo a término.
La recomendación era interrumpir el embarazo pero Sharee no pensó por un minuto en seguir el consejo, aún si su vida corría peligro ella no cegaría la luz para su pequeño.
«Me dijeron que tenía que terminar inmediatamente el embarazo porque mi vida estaba en riesgo. Dijeron que si daba a luz, mi útero se rompería y que estaría en estado de shock y moriría… Y pensé:» ¿De qué estás hablando?», dijo McCoy.
Al ver que la mujer no cambiaría de opinión y tras horas de reunión entre el personal médico, estos le ofrecieron una alternativa a Sharee.
Se trataba de un proceso jamás hecho, el equipo intentaría reimplantar al feto donde debía estar en el útero y reforzar el segmento uterino inferior, que constituye la mayoría del cuello uterino y a través del cual pasa un bebé durante el parto.
Esa alternativa fue una luz al final del camino para esta mujer que había perdido a su primer hijo un año antes, sin embargo, nadie le aseguraba el éxito.
En una cirugía delicada, los médicos lograron llevar a cabo el procedimiento y el bebé el óvulo de la Sra. McCoy logró ser cambiado de lugar.
Todos pensaban que el procedimiento había resultado, no obstante en marzo de 2017 la mujer rompió aguas y debió ser intervenida en una cesárea de emergencia.
Su pequeño Luka nació prematuro a las 31 semanas, ella sufrió la pérdida masiva de sangre y su vida corría peligro.
La peor pesadilla de los médicos estaba pasando, la madre fue llevada a la UCI del hospital para ser entubada y sometida a una extirpación de útero. Mientras Luka también luchaba por su vida en una incubadora en la Unidad de Cuidados Intensivos para Neonatos.
Las enfermeras de la UCIN en el Hospital SSM Health St Mary’s en St Louis, inseguras de si sobreviviría al parto traumático, llevaron al bebé recién nacido a la habitación de McCoy dos días después de su nacimiento para que pudiera sostenerlo.
Esa sería la primera vez que madre e hijo estuvieron juntos y han pasado dos años desde aquel episodio.
Sharee y su bebé han logrado salir adelante y no tienen ninguna secuela. Tras pasar varios días en el hospital, ambos fueron dados de alta y la madre agradeció a los médicos y al resto del personal que salvaron su vida y la de su pequeño. Luka es el único hijo de esta mujer que siguió su instinto y apostó por darle la vida.
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