Fátima Cecilia Aldrighetti Antón, de 7 años, fue vista por última vez cuando salió de la Escuela Primaria Enrique C. Rébsamen, en Tulyehualco, en la alcaldía de Xochimilco el pasado 11 de febrero.
Su familia denunció ante la policía la desaparición y no fue hasta el día siguiente cuando las autoridades declararon la alerta Amber.
Lamentablemente el sábado 15 de febrero hallaron el cuerpo sin vida de la menor, este miércoles identificaron a la mujer que se la llevó del colegio en el que estudiaba y fue vista por las cámaras de seguridad.
El trágico desenlace de Fátima causó conmoción en México y en otros países del mundo.
En la calle de María Dolores Obregón, donde vivía Fátima, todos la conocían y le demostraban su cariño dándole obsequios. Todos la tenían presente regalándole detalles, ropa, juguetes, siendo solidarios con ella. Los vecinos recuerdan que Fátima aceptaba con agrado un taco, un dulce, un cepillo de dientes o cualquier obsequio que le daban.
El abuelo de Fátima relató que en una de las paredes de la humilde vivienda en la que residía la niña dejó las huellas de sus manos marcadas con pintura anaranjada. En la puerta, y en uno de los muros hay corazones de diferentes tamaños y colores hechos por ella.
En esa calle, todos los vecinos conocían a Fátima, a sus tres hermanos y a su madre María Magdalena. Era raro ver a José Luis, un hombre de 62 años, padre de los dos hijos menores: Fátima y Francisco.
Las personas de la comunidad apoyaban económicamente a la familia, les daban artículos de primera necesidad y también tickets para que pudieran ir a disfrutar en el parque de atracciones de la localidad.
Aseguran que Fátima era muy receptiva y es posible que la mujer que se la llevó del colegio se haya aprovechado ofreciéndole algo. Aunque a todos les parece raro que haya accedido a irse con una desconocida, su familia le había advertido que no hablara con extraños.
El pasado martes, en la vivienda de dos plantas y más de cuatro habitaciones, en la que residía Fátima, se congregaron muchos vecinos que se unieron para pagar el funeral de la niña.
Desde muy temprano limpiaron un espacio de menos de 15 metros cuadrados que acondicionarían para darle a la niña el último adiós.
La fachada se llenó de carteles exigiendo justicia por la muerte de Fátima, de globos, y flores.
Algunas familias prepararon bebidas y repartieron panes dulces durante el velorio, poco a poco fueron llegando arreglos florales en su mayoría de color blanco para rendirle tributo a la pequeña fallecida.
En medio de tanto dolor, surgieron emotivas muestras de solidaridad. Muchos estudiantes, familias, vecinos ofrecieron dinero para apoyar a la madre de Fátima con los gastos.
Cuando la empresa encargada de los servicios fúnebres llegó con el féretro de Fátima había 200 personas congregadas en el lugar aplaudiendo.
En sus rostros se podía ver la tristeza, la rabia y el llanto que sentían por la injusta pérdida de la pequeña a quien ya no podrán ver ni escuchar jugando alegremente.
Miles de personas lloran por el sufrimiento inmerecido de Fátima y piden que se haga justicia. Compartamos un mensaje de solidaridad con sus seres queridos.