Roberto vive en un barrio de Sao Paulo en Brasil, bajo los estragos de la soledad y abandono. Su casa está en condiciones deplorables, no tiene energía eléctrica, su baño no está habilitado, y el mejor lugar para dormir es un incómodo sofá.
Su vivienda no se parece en nada a lo que una persona mayor merece para descansar en los últimos años de su vida. Parecía abandonada, ni siquiera la ducha funcionaba y solamente podía usar agua fría.
Pero sus vecinos indagaron, se sensibilizaron con su situación y decidieron ayudarlo.
“La situación en la que vive es muy triste, y gracias a la solidaridad de un grupo de vecinos, nos unimos a ellos para renovar su casa y cambiar esta historia. Roberto es una persona dulce y recién ahora está aceptando ayuda por su temor al coronavirus. Desde entonces nos hemos puesto de acuerdo para preparar su almuerzo y su cena, siempre le damos comidas calientes con muchos mimos”, dijo uno de los vecinos.
El señor Roberto tampoco tenía muebles, el único era el viejo sofá en el que dormía. El piso estaba roto, la madera se había desprendido en muchas partes.
A pesar de las dificultades, la solidaridad y el amor siempre han prevalecido en esta comunidad en la que los vecinos se han unido para ayudar.
En cuanto se enteraron de su dramática situación se organizaron para ofrecerle apoyo.
Los vecinos hicieron una colecta y le donaron muchos artículos para él y su vivienda.
Entre todos lograron transformar la casa abandonada en un espacio cálido y acogedor, Roberto recuperó la sonrisa y finalmente podría estar en un hogar.
El baño antes era peor que uno público de un local nocturno, pero lo limpiaron, hicieron reparaciones y el resultado fue extraordinario.
Hicieron lo mismo con su cocina, en la que pusieron la mayoría de las donaciones que van desde un refrigerador hasta un horno microondas.
También le regalaron un televisor, un sofá más cómodo y transformaron su salón en un espacio en los que podrá pasar las tardes de manera muy agradable.
Cuando las personas se unen para colaborar y hacer buenas acciones se logran objetivos importantes. No hace falta hacer un gran aporte ni tener mucho dinero, a veces, un gesto pequeño es justamente el que hace una gran diferencia.
Muchos ancianos alrededor del mundo sufren la misma situación que Roberto, todos merecen tener una calidad de vida óptima y disfrutar hasta su último aliento en paz, en una vivienda digna y con sus necesidades básicas cubiertas.
Un día Roberto abrió la puerta de su casa sin imaginar que ese día le cambiaría la vida, sus vecinos, ahora “sus amigos del barrio”, lo adoptaron, no solamente transformaron su casa sino su vida.
Este precioso acto de solidaridad que nos inspira a ayudar a quienes están solos merece ser replicado y compartido, no te vayas sin hacerlo.