Anna Zimmerman es una pediatra y madre de familia que adora compartir en las redes su día a día con sus pequeños. Gracias a su experiencia en el mundo de la medicina, no tardó en sospechar que los contagios de coronavirus se esparcirían rápidamente y que llegarían a su ciudad.
Anna y su familia viven en Colorado, Estados Unidos.
Siguió con detenimiento cómo evolucionaba la lucha contra el virus en China y en Italia y tomó la decisión de aislar a sus hijos mucho antes de que fuese recomendado por las autoridades.
Por desgracia, esto no fue suficiente y su hijo comenzó a presentar problemas respiratorios.
El pequeño enfermó con apenas 4 años de edad.
Desde finales de febrero, los Zimmerman tomaron la decisión de que sus hijos no acudieran a clases de natación ni de Jiujitsu. Continuaron asistiendo a la escuela pero regresaban de inmediato a casa y cumplían al máximo con todas las medidas de aislamiento.
“Por favor, no tomen este virus como una broma. Es algo muy serio. Cuidémonos y ayudemos a nuestros amigos y vecinos durante esta difícil pandemia”, suplica Anna.
El pasado 12 de marzo comenzó la cuarentena total pero tan sólo 10 días después, Lincoln comenzó a sentirse cada vez peor. Al principio se trataba de unos simples estornudos pero días después tenía mucha tos seca.
Anna trató de mantenerse positiva, pero su temperatura comenzó a subir cada vez más y decidieron ir de inmediato al hospital.
“Obtuvo un diagnóstico de neumonía causada por una enfermedad viral. Comenzó a recibir antibióticos”, explica Zimmerman.
Sin embargo, todavía no estaban seguros si se trataba de un caso de coronavirus. Era necesario esperar un par de días para poder recibir la prueba. A pesar de toda la atención médica que recibió, la situación de Lincoln no hizo más que complicarse. Anna permaneció aislada junto a él en el hospital y sólo temía lo peor.
“Mami, me siento muy mal. ¿Cuándo se acabará?”, preguntaba el pequeño.
Fue entonces cuando confirmaron que en efecto se trataba de un caso de COVID-19. Anna quedó en shock porque pensó que había tomado todas las medidas necesarias para proteger a su familia.
Ella y su esposo habían cumplido con la cuarentena y sólo habían salido de casa un par de veces para realizar compras imprescindibles. La situación ha sido muy dura y todavía se mantiene en ese pequeño cuarto de hospital apoyando a Lincoln. Su esposo se quedó en casa cuidando a las dos niñas.
“Mi familia está separada. No podemos abrazarnos. Nos sentimos muy lejos”, explica Anna.
Afortunadamente, el pequeño Lincoln se encuentra cada vez mejor. Todavía necesitará pasar un par de semanas más recibiendo atención médica, pero la familia entera se encuentra un poco más aliviada.
Han sido días muy duros, pero Anna decidió compartir su historia con el mundo para que muchos puedan aprender de su experiencia.
Debemos apoyar a todas las familias que se encuentran afectadas de una manera u otra durante la pandemia. Comparte esta nota para dar a conocer la valiosa reflexión de Anna.