Simon Brown tuvo que enfrentarse a la experiencia más dolorosa que puede vivir cualquier padre: perder a un hijo. Después de una larga lucha contra un común trastorno alimenticio Emma Brown falleció a los 27 años.
La joven estuvo más de la mitad de su vida en una batalla contra la anorexia, su padre cuenta los detalles de su caso para alertar a otros y en medio de su dolor, ayudar a salvar otras vidas.
Durante 14 años Emma gastó miles de dólares en sus restaurantes favoritos, sus padres estaban desesperados, no podían hacer frente a la situación.
La joven comía en restaurantes como parte de su trastorno. “Posiblemente financié los planes de expansión de muchos establecimientos, ella gastaba 250 euros al día yendo de uno a otro”, dijo Simon.
Ante la crisis de los padres porque ya no podían costear los gastos de Emma y el desespero por buscar ayuda tomaron una medida extrema y la denunciaron ante la policía.
El padre de 56 años confiesa que se sintió culpable al hacerlo, era como una especie de traición.
El tipo de anorexia que Emma padecía es conocido como purga compulsiva, privaba a su cuero de nutrientes necesarios. Durante años ingresó en hospitales en innumerables ocasiones, era normal para sus padres que la ambulancia la trasladara al centro de salud para administrarle potasio.
Emma nació en Harare, la capital de Zimbabue, en 1991, a los 18 meses era capaz de nombrar a los animales de la sabana africana, siempre fue despierta e inteligente.
Su padre la recuerda cantando el cumpleaños feliz cuando tenía apenas un año. Resaltó que se destacó en la escuela cuando se mudaron al Reino Unido.
Le aficionaba practicar esquí y ciclismo, pero cuando ingresó en la secundaria recibió burlas por su peso.
“Desde ese momento las cosas empezaron a complicarse para ella. Hasta entonces no había sido selectiva por los alimentos que comía, probar platos nuevos le gustaba. Me alarmé cuando comenzó a tener una dieta estricta. Poco después fue diagnosticada con anorexia”, relató Simon.
La anorexia es un trastorno alimenticio, una condición mental grave, quienes lo padecen luchan por mantener un peso muy bajo. Puede causar en las mujeres alteraciones hormonales que interrumpen el ciclo menstrual, mareos, pérdida del cabello o piel seca.
“Solamente con 27 años mis huesos se están desintegrando”, dijo Emma, quien estaba muy débil.
Hay dos tipos de anorexia, uno el conocido como anorexia restrictiva, en la que quien la padece se somete a ayuno prolongado, y la purgativa, que alterna atracones de comida con vómitos inducidos y laxantes.
“Emma se restringió tanto la comida que llegó a un punto en el que su madre y yo le dábamos agua con un tubito para dosificar medicinas”, dijo Simon.
“Dejó de ser una niña tan activa para estar tan débil que ni siquiera podía subir las escaleras. Permanecía la mayor parte del tiempo tumbada en el sofá y la teníamos que cargar hasta su cama”, continuó el padre.
Los padres solicitaron que fuera ingresada en un centro de salud, pero la agregaron a una lista de espera. Alegaron que había casos más urgentes que el suyo.
El gobierno del Reino Unido aumentó la financiación de servicios comunitarios dedicados a atender a pacientes con trastornos alimenticios para que no tengan que ser ingresados en un hospital. Aunque la familia de Emma nunca recibió apoyo en su casa.
“No puedo describir lo duro que fue. Teníamos otros dos hijos que cuidar, un trabajo y veíamos a nuestra hija cada día acercándose a la muerte frente a nuestros ojos”, dijo Simon.
Cuatro meses después del diagnóstico fue ingresada en el Centro Phoenix de Fulbourn cuando estaba a punto de morir.
Afortunadamente Emma recuperó su peso, le dieron el alta médica e incluso volvió a la escuela. Pero los viejos hábitos reincidieron.
Abandonó los estudios y no podía mantener los empleos que conseguía porque constantemente era ingresada en el hospital.
Cuando cumplió 18 años fue diagnosticada con un trastorno de desorden de personalidad que la obligó a ser ingresada en una unidad de salud mental. Su actitud comenzó a ser agresiva y cometió actos delictivos incluso contra su familia.
Se mudó a un apartamento lejos de sus padres, fue ingresada en un hospital durante dos años. Era visitada por los trabajadores sociales.
En el 2018 su estado de salud empeoró considerablemente. Fue ingresada en la unidad de cuidados intensivos.
“Hace poco una mujer escribió en Facebook sobre la actitud de Emma en el hospital, cuántas cosas le enseñó y cuánto la había ayudado. Ella se involucró mucho con los otros pacientes y se ganó su cariño”, dijo el padre de la joven fallecida.
Cuando los médicos les dijeron a sus padres que no sobreviviría estaban devastados.
Simon relató cómo fueron sus últimos momentos:
“Me pasé la noche entera a su lado sosteniendo su mano y hablándole. En un momento me dijo, ‘papá, no quiero morir’. Le dije, ‘pero estás muriendo y la única forma de no morir es alimentarte como los médicos te han dicho por mucho tiempo, e incluso así puede que no sobrevivas'».
Eso sucedió durante la noche del viernes, Emma se recuperó y el lunes regresaron los médicos esperando que durante el fin de semana hubiera fallecido.
“Se quedaron atónitos al verla sentada tomando un batido nutritivo y preguntándoles qué tal el fin de semana”, relató el padre.
Después de dos meses, la madre de Emma la encontró sin vida en el suelo del baño de su casa. Sufrió un fallo pulmonar y cardíaco relacionado con la anorexia.
Los padres de Emma, Simon y Jay, siguen luchando por el cuidado de sus otros dos hijos. Eden, una de ellas, estudia psicología motivada por comprender lo que le ocurrió a su hermana.
Jordan, quien se enfrentó a momentos muy duros después que declaró ante la policía contra Emma y tenía que refugiarse en casa de un vecino cuando ella sufría crisis psicóticas, es surfista, escalador y cursa el último año de la universidad.
“Pudimos rendirnos, pero usamos lo que pasó para avanzar. Cada uno de nosotros hemos aprendido de esto y nos ha hecho más fuertes”, dijo Simon.
Simon agradeció a los médicos que atendieron a su hija y reconoce el esfuerzo que hacen cada día para atender a los pacientes.
“No sé de dónde sacan las fuerzas, no tienen apoyo, trabajan muchas horas con menos recursos de los que necesitan. Los pacientes no los quieren, los padres los culpan, no tienen un buen sueldo”, dijo Simon.
Sin embargo, el caso de Emma es investigado por las autoridades.
Simon colabora con una fundación para orientar a familias que enfrenten problemas similares. Quiere que en las escuelas promuevan campañas contra este tipo de trastornos. Comparte su conmovedor testimonio.