La injusticia nunca triunfa y, al ser descubiertos, los malhechores suelen reflexionar y arrepentirse por sus acciones. Pero, lo sucedido con un amante de los teléfonos ajenos en Perú dejó a todos boquiabiertos e impactados por la singular reacción que tuvo.
Una mujer viajaba en un autobús en las inmediaciones de una concurrida calle del distrito de Surco, en la capital de Perú. Parecía un día como cualquier otro, sin ninguna novedad, hasta que un maleante subió a la unidad y la despojó a la fuerza de su teléfono móvil.
Pero la valiente mujer, en lugar de quedarse de brazos cruzados y continuar su viaje en el autobús, descendió de la unidad y comenzó a gritar fuertemente para alertar sobre la injusticia que había vivido tan solo minutos antes.
“Ese malhechor subió y me comenzó a sacudir del brazo, me arrancó el teléfono y bajó. Yo me quedé parada, pero mi reacción fue bajar y comenzar a gritar”, narró la mujer.
Gracias a su reacción, el hombre pudo ser capturado por las autoridades que se encontraban en el sector. Resultó tener solo 19 años y llamarse Alan Steve Rojas Depaz. Cuando se vio en manos de la justicia, se arrepintió grandemente de lo que había hecho.
Jamás esperó que su injusticia sería interrumpida por los policías
Pero ya era tarde, la policía lo capturó y subió al automóvil para trasladarlo a donde recibiría su merecido por su mala conducta. Fue ahí que su semblante cambió y tuvo una reacción que asombró a todos los oficiales.
Alan comenzó a llorar tras verse acorralado por las autoridades. Los policías bajaron su mascarilla del rostro para asegurarse de lo que veían e interpelaron al rudo malhechor.
“¿Por qué estás llorando, por qué lloras?”, le preguntó el oficial.
Pero ser confrontado por los policías solo ocasionó que derramara más lágrimas y la causa de su llanto no era otra más que pensar en la tristeza que su mal proceder ocasionaría en su madre.
“Mi vieja, mi vieja”, respondió entre llantos el joven.
Para hacerlo volver en sí, uno de los oficiales dio un leve coscorrón al malhechor tras escuchar su respuesta. Entendía el malestar que ocasionaría en su madre, pero no podía escapar: la mujer que había sido objeto de la injusticia no estaba dispuesta a perdonarlo.
No había nada que consolara al joven
La mujer estaba en el interior de otro vehículo de la policía y lista para exponer formalmente lo sucedido en el departamento de policía y que Alan devolviera su teléfono, además de aprender su merecida lección.
Es una verdadera tristeza ver a chicos tan jóvenes ceder a cometer injusticias, cuando se puede conseguir cualquier cosa que se desee con esfuerzo y trabajo duro.
¡Enhorabuena por los oficiales que cumplieron con su labor!
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