¿Has tenido alguna vez la extraña sensación de que el corazón se te acelera al ver a una persona, o tal vez sentido eso que llaman “mariposas en el estómago”? Este fue el tipo de conexión que surgió entre Kelli y John, una enfermera de oncología y su paciente.
Kelli vivió durante dos años en un matrimonio muy poco saludable. Conoció a John en una clínica oncológica privada a principios de 2014, cuando este ingresó para recibir tratamiento por un melanoma metastásico. Ese día en la sala de examen ambos se miraron y sonrieron nerviosamente, sin siquiera imaginar el impacto que iba a causar cada uno en la vida del otro.
“John era mi paciente y yo estaba casada. Al principio solo charlábamos, porque tampoco es que me aprovecho de los jóvenes que están bajo mi cuidado”, aclara Kelli.
En 2015, la doctora ya había comenzado labores en un nuevo hospital, se había divorciado y mudado a un pequeño departamento cercano a su trabajo. Un día, la mujer recibió el perfil de John en su teléfono, hablaron y acordaron su primera cita. Después vendría la segunda. Y la tercera. El resto, fue amor.
Se volvieron inseparables. Cuando comenzaron a salir, el estado de salud de John estaba catalogado como “sin evidencia de enfermedad” o NED No Evidence of Disease, (por sus siglas en inglés).
Sin embargo, a los seis meses el cáncer regresó e inmediatamente comenzaron las sesiones de inmunoterapia y radiación. Afortunadamente, el tratamiento fue de bajo impacto y no dejó secuelas, lo que le permitió a John continuar felizmente con su vida.
Al año siguiente compraron la casa de sus sueños. Pasaban las horas esquiando y trabajando en el patio, perdidamente enamorados el uno del otro. La vida era realmente perfecta. Kelli sentía un vínculo muy estrecho con John, algo solo comprensible para las verdaderas almas gemelas.
“Era casi como si viviéramos en otro reino antes de esto, y nuestras almas fueran viejas amigas. Era un hermoso y extraño milagro, algo que tienes la suerte de encontrar solo una vez en la vida”, confesó Kelli.
En 2017, John comenzó a presentar nuevos síntomas y comenzó a perder la capacidad de contener los alimentos. Fue nuevamente ingresado en el hospital y se confirmó lo peor: el cáncer estaba de vuelta.
John comenzó un nuevo tratamiento con la intención de reducir el tumor lo suficiente como para ser extirpado con seguridad, y volvió a casa bajo el estricto y amoroso cuidado de Kelli.
Hubo momentos muy duros en lo que John se sintió desfallecer.
“Si este tratamiento no funciona, probablemente sea el final”, dijo una vez a su mujer.
Pero esta pareja no nació para estar separada y un día, sentados en la entrada de la casa, Kelli, le propuso matrimonio a John y se casaron en octubre de 2017.
Después de la cirugía, en 2018, el cáncer ya estaba en todas partes. Para mayo de ese año John había perdido al menos 20 libras y estaba demasiado débil para valerse por sí mismo.
La enfermedad se propagó y el 17 de junio, John entró en coma. A las 10:30 las familias se retiraron y Kelli y John quedaron a solas. John tomó de la mano a su mujer y respiró por última vez, deslizándose silenciosamente hacia la eternidad.
Esta experiencia de vida nos muestra que el amor verdadero es infinito y que puede ser extremadamente fuerte, firme e inexorable.
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