En medio de la emergencia sanitaria, el personal en primera línea resulta el más vulnerable por su continua exposición al virus.
Tristemente, no todas las autoridades se hacen cargo del riesgo y no extreman las facilidades para preservar su vida, a pesar de que son los verdaderos héroes de toda esta pandemia.
La reciente muerte del doctor Antonio Gutiérrez,de 60 años, que era coordinador médico del Centro de Salud de Eras de Renueva de Sacyl, en León, España, ha conmocionado al país entero.
Su historia esconde la dura situación por la que están atravesando cientos de profesionales de la salud no sólo en España sino en el mundo entero, en medio de una alarmante falta de medios y ante un sistema sanitario que resulta ineficiente.
Su familia, rota de dolor, ha decidido romper el silencio «para que se tome conciencia de la persona que se ha ido, no se cometan los mismos errores y los responsables paguen por su mala gestión».
«Sin medios, sin nada, él estuvo trabajando 32 horas seguidas porque simplemente no había médicos», denuncia su hija Ana Gutiérrez.
«Le llamé varias veces para que se viniera para casa y él me decía que no podía, que había mucha gente y que tenía que estar allí porque no podían atender a todos», recuerda su hija.
Además, acota que para el 12 de marzo ya no contaban con equipos de protección, ni batas, ni mascarillas y solo guantes que de poco servían ante pacientes infectados.
Ese día su padre llegó a casa «roto, muy agotado». Apenas dos días después ya empezó con fiebre elevada variable sobre los 38,5 grados, pero prefirió pensar que se trataba sólo de una gripe. Fue al trabajo durante 2 días, hasta que se vio obligado a volver a casa, el 17 de marzo.
«No puedo más, me vuelvo para casa», le dijo a su hija.
Gutiérrez entonces empeoró de una supuesta gripe a síntomas claros de coronavirus. Llamó a sus compañeros médicos pero le dijeron que sólo tomara paracetamol.
«Pese a ser personal de Sacyl nadie desplegó protocolo alguno para él, ni se le trató como personal de riesgo por haber estado en atención directa a pacientes con posible coronavirus. Él quería que se le hicieran pruebas y la respuesta fue la misma: Paracetamol y cama», recuerda Ana Gutiérrez entre lágrimas.
El médico no hacía más que empeorar y no conseguía que le permitieran ir al hospital. Finalmente fueron a hacerle la prueba de coronavirus en su domicilio, pero el resultado no parecía concluyente.
Para el lunes 23, Antonio empieza a delirar por la fiebre alta. «Delira dormido, está fatal y le tenéis que llevar al hospital», les dijo Ana a los médicos por teléfono. Pero nadie apareció, nadie la volvió a llamar.
Ante la impotencia, al día siguiente, decide ella misma llevarlo a Urgencias del Complejo Asistencial de León.
«Desde el aparcamiento hasta urgencias fue apoyado en mí y casi arrastrándose, casi no podía caminar», dice Ana recordando que fue la última vez que lo vio con vida.
Estuvo ocho horas en urgencias hasta que se decidió su ingreso con una neumonía bilateral, pero no la volvieron a llamar.
Fue sólo cuando ingresó que le dijeron que su padre dio positivo para COVID-19. Tras 8 días de haber ingresado a Urgencias, recibió una llamada de un colega de su padre en el que le decía que fuera urgente, incomprensiblemente su padre estaba peor.
Cuando ella lo volvió a llamar, sólo escuchó del otro lado de la línea:
«No se puede poner, ahora mismo le está intentando reanimar. Subir rápido».
Todo fue en vano, su padre murió solo, sin que nadie lo acompañara, ni que nadie le diera el último adiós. Asistió a muchos en su muerte, pero para él no hubo nada.
Ahora su hija tiene coronavirus y en en el informe médico de su padre no se habla de que hubiera tenido COVID-19.
Sufre un dolor tremendo, recuerda a su padre como un gran héroe, que dio hasta su último aliento por salvar a todos, pero advierte que lo sucedido fue un cúmulo de «errores y fallos» sin precedentes, consecuencia «de algo que mi padre siempre denunció: la falta de médicos».
«Nadie nos ha dado una explicación, nadie nos ha pedido perdón y mi padre no se lo merecía», concluye.
Convirtámonos en el megáfono de esta hija que denuncia las dolorosas circunstancias en las que murió su padre, un médico entregado a su vocación, que no merecía un final así. ¡Compártelo!