En la aflicción que podemos sentir al tener que dejar a nuestros seres queridos, podemos comprender que existe un lazo de amor que nos mantiene unidos, ese lazo es inmortal. Es un lazo que no tiene límites. Después de la muerte, nos volveremos a encontrar.
Una pareja de octogenarios amantes murió el mismo día en un hogar de ancianos en St. Louis, Missouri, Estados Unidos.
Jack Morrison, de 86 años, y su esposa Harriet, de 83, se amaron durante 65 años. La pareja se conoció en un hermoso día de verano cuando Harriet se unió a su padre en un viaje con su tambor y corneta, porque la mujer formaba parte de una banda de músicos y Jack era el conductor del autobús que los transportaba a algunos de sus conciertos.
Desde que se miraron por primera vez, ambos supieron que sus vidas se unirían para siempre. Su primera cita juntos sucedió un 31 de octubre de 1955, en la Víspera de Todos los Santos, en un pequeño restaurante de su vecindario, y nunca volvieron a separarse.
Seis meses después contrajeron matrimonio y continuaron juntos en el negocio del transporte mientras criaban a sus dos pequeñas hijas y a su sobrina Sue.
Fuera del trabajo, la pareja viajó por el mundo impulsando causas filantrópicas pero, hace aproximadamente un año, Harriet sufrió una caída mientras paseaba a su perro y se quebró la pelvis y la cadera.
Además, comenzó a sufrir de demencia y tuvo que ser trasladada al hogar de ancianos y centro de rehabilitación The Woodlands of Arnold.
Al mismo tiempo, Jack tenía dificultades para vivir sin su amor en casa y Sue lo persuadió para que se mudara a Woodlands, en mayo del año pasado. Jack murió primero, el 11 de enero, y su esposa Harriet Morrison partió tan solo unas horas más tarde.
Ambos ancianos partieron de este mundo juntos y, como de costumbre, tomados de la mano.
“Estoy triste. Pero sé que están en paz y vuelven a estar juntos. Realmente fue una historia de amor para la posteridad”, dijo Sue Wagener, la sobrina que fue criada por los Morrisons.
Por su parte, Wayne Price, un antiguo amigo de la pareja ha dicho que llevaron su concepto del amor al límite, ya que no se concebían el uno sin el otro.
Jack también sufrió una caída que lo mantuvo en silla de ruedas, pero, la pareja todavía tomaba siestas mientras se tomaban de las manos, él en su andadera y ella en la cama.
“No viste a Jack a menos que vieras a Harriet. Eran inseparables”, señaló Price.
Ya para la víspera de Navidad, Jack había dejado de comer y de beber y Harriet parecía estar también cerca del final de su vida, así que el personal del asilo se comunicó con Sue para preguntar si se podrían mover los muebles de la habitación de Jack para que pudieran estar juntos por última vez, a lo que la sobrina accedió gustosa.
Es natural extrañar la presencia de un ser querido que ha partido, sobre todo si lo hemos tenido toda la vida a nuestro lado.
Sin embargo, podemos establecer comunicación directa con ellos desde nuestro corazón hacia su corazón a través del recuerdo, por eso, vaya nuestro cariño para la familia de esta pareja de las que ya no hay.
Comparte esta hermosa historia de amor constante más allá de la muerte con tus seres queridos, porque el verdadero amor, es para la eternidad.