La Navidad es una época llena de magia y sorpresas, especialmente para los niños. Es una celebración para compartir amor, sonrisas, cálidos abrazos, palabras de aliento,… en definitiva, todos aquellos gestos que expresen el deseo de una ¡Feliz Navidad!
La inocencia de los más pequeños de la casa se vuelve el centro de atención. Son ellos quienes esperan con ansias sentarse en el regazo de Papá Noel para pedir sus más anhelados deseos.
El trabajo de Papá Noel empieza días antes de Nochebuena repartido en distintos lugares donde los niños esperan en fila para estar junto a él y llevarse una foto como recuerdo de ese emotivo instante.
Esto fue lo que le pasó a Matthew Foster, un pequeño de 6 años que a pesar de su condición especial, vivió una experiencia navideña que nunca olvidará cuando su madre lo llevó a encontrase con el “verdadero Papá Noel” en una tienda de artículos deportivos en Fort Worth, Texas.
La respuesta del “verdadero Papá Noel” a Misty Wolf, la madre de Matthew, después de que ella le explicara que su hijo era ciego y autista ha emocionado a todo el mundo. Papá Noel, en un gesto mágico, levantó la mano y dijo “no digas más”.
Cuando llegó el turno de Matthew, el viejo Santa se sentó en el suelo para que el niño se sintiera más cómodo y permitir que viera a su manera… con sus manos.
Y fue así como sucedió algo mágico. Las manos de Matthew, convertidas en sus ojos, pasaron sobre el abrigo de Santa, los botones, su sombrero peludo, sus guantes, su rostro y su larga barba.
Papá Noel siguió detalladamente la reacción de este pequeño y tras preguntarle si quería sentir algo más, Matthew citó uno de sus libros preferidos, «Twas the Night Before Christmas» y dijo «Tus ojos brillan».
Misty estaba completamente emocionada por la maravillosa experiencia que estaba viviendo su hijo, realmente todo lo que Santa hacía era para hacer feliz a Matthew.
Él sabía exactamente qué hacer. Sabía comunicarse con Matthew a la perfección y dejó que mi hijo tuviera esa emotiva experiencia llena de aprendizaje».
Misty dijo que ella fue ese día con Matthew y Lilly, su hija de 20 meses, a la tienda de deportes para evitar las multitudes porque le preocupaba que su hijo sufriera un colapso.