Tener un familiar con Síndrome de Down es algo que afecta a todos los miembros del hogar de una manera u otra. Son muchos los estudios e historias capaces de demostrar lo lejos que puede llegar alguien con esta condición.
Sin embargo, todavía pueden ser terriblemente juzgados y toparse con incontables dificultades para encontrar trabajo y llevar la vida que desean.
“Ojalá todas las personas pudieran comprender que ser diferente no es motivo de vergüenza”, reflexiona Sader.
El testimonio de un joven es sumamente valioso para demostrar el enorme corazón que tienen las personas con este Síndrome. La historia de Sader Issa es muy particular: fue criado por su padre, Jad, quien tiene Síndrome de Down. Son muy pocos los casos documentados de personas con esa condición que se ha convertido en padres.
Sader vive con su familia en Siria.
En ocasiones, esto se debe a que no viven durante muchos años, sufren de esterilidad o simplemente no logran conseguir una pareja. Sin embargo, el padre de Jad formó una familia y es un padre ejemplar. Para Sader, la clave se encuentra en la maravillosa comunidad en la que creció. Todos apoyan a Jad y lo han ayudado en las diferentes etapas de su vida.
“Estoy muy orgulloso de mi padre. Él siempre ha sido mi mayor fuente de apoyo. Siempre ha estado ahí cuando lo he necesitado”, agradece Sader.
Actualmente Sader está estudiando para convertirse en dentista. Tiene un brillante futuro por delante y agradece en todo momento el papel tan fundamental que su padre tuvo en su crianza. Ahora, quiere dar a conocer su historia y ayudar a crear conciencia sobre todo el potencial que tienen las personas como su padre.
“Las personas con Down son diferentes pero tienen sentimientos, aspiraciones, personalidad y son capaces de lograr todo lo que se propongan. Sólo necesitan un poco de apoyo”, asegura Sader.
La Sociedad Nacional del Síndrome de Down sólo ha reconocido tres casos en la historia de personas con Down que se hayan convertido en padres. El padre de Sader no es figura en esta lista pero él está determinado en hacer lo necesario para celebrar su historia y dejar en alto el nombre de su padre.
Sader ya tiene 23 años de edad.
Jad comprende lo lejos que ha llegado su hijo y siempre muestra una enorme sonrisa cada vez que hablan sobre su futuro como dentista. No hay dudas de que esta es una relación padre e hijo verdaderamente ejemplar.
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