La pérdida de un hijo es triste y dolorosa. Algunos padres, como una pareja en Oklahoma, hacen del lugar donde yacen los restos de su hijo una especie de lugar sagrado para ellos, dejan juguetes y objetos simbólicos.
Pero hay personas inescrupulosas que no conocen de sentimientos, y cometen actos detestables desde todo punto de vista.
Jacob y Tashanna Armstrong es un matrimonio que vive en Oklahoma, Estados Unidos, estaban ilusionados con el embarazo de su hijo a quien pondrían por nombre McKade.
Pero el niño murió al nacer. Para los padres ha sido duro aceptar la pérdida de su hijo, y con frecuencia visitan el camposanto donde está la tumba para expresarle todo su amor.
Le llevan cosas como molinillos y pequeños juguetes, tal vez para otras personas no tenga ningún valor, para ellos significa mucho.
Jacob y Tashana son padres de otros dos pequeños también
Pero en cada visita se dieron cuenta de que muchos de los juguetes se estaban desapareciendo.
«Este molinillo no significa mucho para cualquier persona, pero sí significa mucho para nosotros que lo colocamos allí», dijo la triste madre.
Jacob estaba sumamente enojado de que alguien tan vil fuese capaz de robar los objetos de tanto valor sentimental que ellos iban dejando en la tumba de su hijito.
Querían descubrir quién lo hacía, instalaron una pequeña cámara oculta en los arbustos a unos pasos del lugar donde descansa en paz su bebé.
La cámara grabó al responsable, pero no se le veía con claridad el rostro. El padre insistió, reinició y cambió la posición del equipo, para tener una mejor visión.
Se logró el objetivo, se pudo ver desde ese nuevo ángulo a un hombre levantando un molinillo.
De inmediato, llevaron el vídeo al departamento de policía local. James Logsdon, subjefe del departamento prestó toda la colaboración para atrapar al culpable.
Casualmente, tenía una hermana enterrada cerca del hijo de los Armstrong, y eso lo motivó aún más a buscar al responsable.
«Sería difícil encontrar una víctima más indefensa que la que está enterrada aquí», dijo Logsdon.
Publicó las imágenes del sospechoso en un periódico local, de inmediato fue identificado. Se trataba de Alfred Boyer, un anciano de 77 años, fue privado de su libertad acusado de hurto menor.
La familia Armstrong quería explicarle al hombre por qué el robo de las cosas de su hijo era tan perjudicial para ellos. Así que hablaron con el hombre.
“Simplemente no sé. Normalmente yo no haría eso», solo eso dijo Boyer.
Pidió disculpas por su mala acción y explico que era una buena persona, aunque esto último no podría creérselo.
«Lamento haberlo hecho, yo no soy una mala persona”, agregó el anciano.
Robar cosas de una tumba, especialmente cuando se trata de un niño fallecido es algo muy poco ético, el daño emocional que puede causar a los seres queridos no tiene nombre.
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