No todos nacemos con las mismas oportunidades, algunos niños tienen que renunciar a sus derechos y a las actividades de una infancia normal porque su familia vive en una situación de extrema pobreza.
Algunos reciben educación con la esperanza de que puedan salir adelante, tal como este joven de Brasil que a pesar de las adversidades jamás se rindió ante la posibilidad de lograr su sueño.
Luiz Gustavo de 25 años, siempre ha sabido ser resiliente a los desafíos de la vida. Perdió a su padre de cáncer hace tres años y poco después de su abuelo, desde sus 15 años tuvo que convertirse en el responsable de mantener a su familia.
La abuela de Luiz quedó discapacitada tras sufrir un accidente, así que su madre renunció a su empleo para dedicarse a cuidarla.
Para Luiz el trabajo era un compromiso muy importante, aprendió diversos oficios para que nunca faltara nada en su humilde hogar: fue camarero, repartidor en su bicicleta, empaquetador, y asistente de farmacia. Además, trabajó sembrando hortalizas en un huerto.
Todo lo que ganaba era destinado a los gastos de las necesidades básicas de su familia, pero siempre procuraba ahorrar algo de dinero para que algún día pudiese estudiar.
Lo que más anhelaba era estudiar medicina, durante varios años presentó las pruebas de admisión en diversas universidades, y aunque era admitido no podía inscribirse porque no tenía cómo pagar la matrícula.
Tiempo después, decidió optar a carreras como Ingeniería Química o Ingeniería en Minas, pero tuvo que interrumpir los estudios porque no podía seguir pagando.
Como hacía cada año, presentaba la prueba de admisión en una universidad privada en la que impartían la carrera de medicina, de nuevo, obtuvo una buena calificación, pero el día de las inscripciones no se presentó porque sabía que no podía costearla.
Pero lo que Luiz no sabía era que su destino estaba a punto de cambiar. Él se levantó temprano a cumplir con su jornada de trabajo cuando vio los resultados de la prueba de admisión.
No podía creer que había obtenido la quinta mejor calificación, eso implicaba que había obtenido una beca completa.
“Siempre busqué motivación para estudiar Medicina. A veces grababa vídeos de ‘Médicos sin Fronteras’ en Internet y los veía para motivarme. A veces, cuando me cortaban la luz en casa, pensaba que cuando me graduara no pasaría más por eso, que tendríamos carne en la mesa todos los días, que siempre desayunaríamos”, dijo Luiz.
Aunque ya estaba muy cerca de lograr lo que tanto había anhelado, había un último obstáculo: la universidad quedaba en la ciudad de Palmas, Luiz necesitaba encontrar dinero para alquilar una habitación en la zona.
Como no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de su vida ofreció en venta su ropa, cama, muebles, libros, todo lo que tenía en su habitación.
Al ganarse la beca trabajaba en el huerto de su tío, no ganaba mucho dinero, tampoco tenía a quién pedirle un préstamo.
La situación de Luiz llegó a oídos de los vecinos, y de gente de la zona en la que vive. Así fue como Shirley Costa, una empresaria de origen humilde se enteró del caso.
Ella, que ahora tiene un exitoso negocio de productos de maquillaje, se identificó mucho con la historia de Luiz porque vivió en carne propia lo mismo. Se dirigió a su casa y conoció a su familia, se conmovió mucho al ver el interior de la vivienda.
Shirley decidió pagarle un año de alquiler a Luiz en Palmas para que pudiera mudarse y comenzar a estudiar medicina.
Finalmente, Luis podrá ver su sueño convertido en realidad, Shirley le ayudará a pagar sus gastos.
Luiz sabe que con esfuerzo y constancia podrá salir adelante y ayudar a su familia, quienes, a pesar de su humildad, se mantienen unidos y esperanzados. Comparte su emotiva historia que nos recuerda el valor de la solidaridad.