Madre solo hay una, pero tener un hijo con autismo puede ser algo muy complejo, duro, difícil y extenuante. El autismo te sacude como la patada de una mula terca, te deja en el sitio, noqueado, pero no es el fin del mundo. También te despierta algo tremendo: el amor más inmenso.
En esta historia de esperanza, fe y amor incondicional de una madre hacia su hijo con dicha condición, verás que hay formas de enfrentar y vencer a ese “monstruo” que, en realidad, solo está en nuestra mente.
Todos los días los vecinos Garuva, en Brasil, ven a una valiente mamá salir bien temprano en su bicicleta para calmar y darle un poco de felicidad a su hijo Gabriel, un niño con autismo no verbal.
Su hijo Adryan Gabriel do Nascimento le enseñó a Suellen, su mamá, a enamorarse de la vida, le enseñó a no compararlo con nadie que no fuera él mismo. A que, sin desviarse de la realidad, se puede aterrizar en la vida con sensatez, calma y criterio.
Desde su más tierna edad, el niño de 10 años acompaña a su madre durante 5 horas seguidas en su pasatiempo favorito: pasear por las calles de la ciudad, sintiendo el placer de la suave brisa golpeándole la cara.
Sin embargo el pequeño Gabriel ya no lo es tanto, ha crecido, y si bien antes solía viajar en el asiento delantero, ya tiene que levantar un poco sus largas piernas para que sus zapatos no rocen el asfalto.
Llueva, truene o relampaguee Suellen Cristina Budenetz, esta hermosa madre y ser humano de tan solo 29 años de edad se lleva a su hijo con ella a vivir cientos de aventuras hasta llegadas las cuatro de la tarde.
Vuelven a casa a comer, y luego vuelven a tomar el vehículo para seguir rodando durante dos horas y media más, de lunes a lunes.
Gabriel y Suellen recorren las calles en una nueva aventura cada día
“Él está enamorado de las bicicletas, su juguete es un pedazo de bicicleta vieja que generalmente gira los pedales y ve cómo la rueda se mueve”, reveló su madre, cuya aura brilla cuando ve la sonrisa de su hijo cuando lo invita a subir a la bici.
Ah, pero Gabriel no solo adora las bicicletas, sino que también enloquece de gusto cuando ve a un autobús, especialmente los autobuses escolares, ya que el color amarillo es lo que más llama su atención.
“Cuando salen los autobuses escolares, voy a la estación de autobuses para que los vea”, dice, sonriendo.
El camino de Suellen ha sido arduo, complicado, pero muy gratificante. Fue en su sexto mes de embarazo cuando se enteró de que su bebé padecía hidrocefalia y allí comenzó a surgir en ella un miedo intenso, tras escuchar de los médicos que su hijo no hablaría, no caminaría y podría vivir para siempre en estado vegetativo.
Los galenos sugirieron que interrumpiera su embarazo, pero la madre se negó como la guerrera incansable que es, un ejemplo para muchas otras que, teniendo a su hijo sano, no son capaces de darle el amor y el cuidado que todo angelito merece, sea cual sea su condición.
Comparte esta hermosa historia de maternidad a toda prueba con tus familiares y amigos y celebremos junto con esta sensacional mujer, cada pequeño obstáculo que Gabriel logre superar.