La crisis que ha provocado la segunda ola de coronavirus en todo el mundo ha ocasionado que los hospitales se encuentren saturados y que miles de personas vean con tristeza que sus familiares no pueden recibir atención médica.
Desgraciadamente, incluso los profesionales de la salud se encuentran sujetos a esta realidad y, pese a arriesgar su vida por los pacientes, no cuentan con las oportunidades necesarias para poder garantizar el bienestar de sus seres queridos.
Este es el drama al que se enfrento el médico brasileño, residente del Estado de Amazonas, Marcos Fonseca Barbosa. Tiene 37 años y, en toda su vida, jamás imaginó que se encontraría en una situación tan complicada, después de que tuviera que esperar durante horas a que su madre fuera admitida por un hospital.
La mujer se llama Ruth y tiene 56 años
El tiempo transcurría. Marcos esperaba junto a su madre, sentados en sillas de plástico, que un lugar estuviese disponible para que pudiera ser ingresada y comenzar a recibir tratamiento. Pero su espera fue en vano.
Pasaron largas 4 horas y su madre no recibió siquiera un vaso con agua, pese a que Marcos se identificó como médico. El abatido hombre llegó a esperar lo peor, debido a la poca oxigenación que estaba presentando su mamá, así que tomó una valiente decisión y salió del hospital para volver a casa.
En cada minuto de espera llegaba al hospital una persona más en peor estado de salud
“Pensé que mi madre moriría en mis brazos. Todos los hospitales estaban llenos y sin camas. Ya tenía 75-80% de su pulmón comprometido, con saturación de hasta el 72%, yo mismo sabiendo qué hacer, no tenía recursos.
Pasé 4 horas con ella, en una silla, sin cuidado, ni agua le dieron. Saqué a mi madre de aquella zona de guerra. Confié y me entregué en manos del Creador”, narró Marcos.
Por insólito que parezca, este médico optó por armar su propia habitación de hospital en casa, sin siquiera saber de dónde obtendría los instrumentos que precisaba. Afortunadamente, familiares y amigos se unieron para facilitarle un tanque de oxígeno, un ventilador mecánico y medicamentos.
El proceso no ha sido nada fácil para este médico, porque no puede evitar sentirse devastado al ver a la mujer que le dio la vida en tan mal estado.
“Recordé a cada paciente que pasó por mis manos y que mejoró. Estoy dando el 100% de mí para tratar a mi madre. Ella hoy es un milagro. Todavía está grave, pero confío en Dios”, dijo el médico.
La situación empeoró aún más cuando el padre de Marcos también comenzó a presentar síntomas como los de su madre. Tuvo que cuidar a los dos en la misma habitación y esperar que ambos mejoraran.
Afortunadamente, con el paso de los días, los padres de Marcos han ido recuperándose lentamente y ahora solo necesitan que se les aplique oxígeno cuando realizan actividades como caminar o subir escaleras.
¡Enhorabuena por este médico que no se rindió e hizo todo para salvar la vida de sus padres! Tú también sigue cuidando de tu familia y recuerda mantenerte en casa para evitar contagios. Comparte.