La motivación y la constancia son factores muy personales y determinantes que siempre deben ir de la mano para lograr las metas propuestas. La motivación generalmente se ve afectada por las circunstancias, impulsando u obstaculizando el camino a seguir.
La historia de Betsy Ayala, una mujer de 34 años, habitante de Houston, Texas, es un reflejo fiel de cómo una experiencia de vida reactivó esa motivación que sin querer ella había dejado en manos ajenas.
Betsy desde muy pequeña ha tenido una lucha con su peso corporal, cuando tenía 13 años realizó su primera dieta. El sobrepeso siempre ha sido una consecuencia de sus estados de ansiedad.
Esta condición de obesidad influenció su comportamiento frente a las actividades rutinarias. Se rehusaba a practicar algún deporte o hacer alguna actividad física. En la escuela se sentía muy intimidada.
Consideró comer como parte de lo que ella llamó una auto-medicación.
Tenía serios problemas de ansiedad y en lugar de tratar la verdadera causa, lo que hacía era comer, ciertamente esa ansiedad podía desaparecer por sólo por unos instantes. Luego aparecía con mayor intensidad y sin darse cuenta ya se encontraba en un círculo vicioso.
Cuando llegó a la universidad su peso estaba por encima de los 95 kilos. En el año 2013 después de dar a luz a su hija Isabella, alcanzó un peso de casi 120 kilos. Fue al mayor peso que había tenía en su vida.
Para ese momento tenía 14 años de casada y la situación en su matrimonio era muy tensa, ella estaba luchando con una depresión pos-parto muy fuerte.
¡Su ansiedad era terrible!
Su bebé era quien la mantenía en pie, no tenía ánimos, ni ganas de hacer nada, le costaba mucho dormir. Fueron momentos muy difíciles.
En un intento por recuperar la salud, Betsy retomó un plan con batidos y llegó a perder 27 kilos en 4 meses.
Sin embargo el verdadero punto de quiebre fue cuando descubrió una infidelidad de su marido. Encontró mensajes de conversaciones entre él y su amante donde la calificaban de vaca, gorda y otros insultos que evidentemente atacaban su peso.
Fue un golpe muy duro, momentos muy tristes y dolorosos. Ella no sabía qué hacer, venían recuerdos a su mente de conversaciones con su marido donde le decía que ella estaba muy bien así, que se veía bonita. A pesar de esta abatida y sin fuerzas decidió no darse por vencida y aferrarse a su hija.
“Yo quería que ella se sintiera orgullosa de su madre, yo quería ser un ejemplo para ella” comenta Betsy.
Comenzó a trabajar con su hermana y cambió los hábitos alimenticios, sustituyó los dulces por batidos saludables.
«Empecé a tener más energía y perder peso, a pesar de que en realidad no era mi intención en el momento, pero poco a poco todo comenzó a mejorar” comenta Betsy.
Después de cada entrenamiento quería llorar y fue entonces cuando decidió que eso no definiría su vida, que iba a cambiar por su hija y por ella.
Esta mujer ejemplar, había rezado pidiendo que su vida cambiara y siente que sus oraciones fueron escuchadas.
Tal vez no de la forma como lo tenía previsto pero agradece esta segunda oportunidad que le brinda un nuevo comienzo.
Ella siente que a pesar de haber llorado y sentido tanta decepción lo que le pasó fue una bendición porque de lo contrario habría sido la misma de siempre.
“Ha cambiado todo en mi vida”, dice Betsy.
Comparte con tus amigos y familiares, es un ejemplo a seguir, podemos ver su experiencia como un espejo y sacar la fuerza para asumir el compromiso de sentirnos mejor y se felices.