Muchas veces en los viajes conocemos a personas que nos topamos en el aeropuerto o que son nuestros compañeros de vuelo junto a nuestro asiento. En algunos casos les conocemos y compartimos alguna anécdota, si eres de los que te gusta conversar esto hará que el tiempo pase más rápido y aliviar el cansancio de permanecer tantas horas en un avión. David Baldwin ha publicado en la página Quora un artículo muy interesante que relata su experiencia en un vuelo de regreso a Japón hace algunos años. Puedes visitar la página aquí.
A su lado viajaba una pequeña niña de aproximadamente 4 años de edad que le preguntó: “¿Qué sonido hace una vaca?”. Él contestó y la pequeña gritó de emoción y estalló en risas. Luego preguntó: “¿Y qué sonido hace un cerdo?”. Él hizo los sonidos de un cerdo, además de «oink oink», un par de ronquidos.
La niña se reía mucho, estaba disfrutándolo tanto que le decía que lo hiciera una vez más mientras su madre le pedía que se calmara. Este juego se prolongó durante todo el vuelo, ella siempre podía pensar en un nuevo animal, pero luego algunos no tenían sentido, como por ejemplo preguntar cuál era el sonido que hacía un pulpo.
Así que él tuvo que poner su imaginación a volar para emitir sonidos de un pulpo, de una almeja y de mariposas. ¡Era un desafío a la creatividad! Pasado un rato la niña sacó un libro para colorear y le preguntó si quería ayudarla a darle color, así que con rayas rojas y azules se dedicaron durante horas a colorear elefantes y leones con lunares rosados. Cada vez que se le ocurría una idea nueva gritaba con mucha emoción, pero el cansancio la venció y se quedó dormida.
Así que David habló con su madre y supo que viajaban continuamente a Japón después de algunos años. Para él era algo nuevo tener la compañía de una risa inocente, una voz tierna y tanta creatividad en un vuelo. Jamás se imaginó que sería tan divertido y hoy después de 10 años se pregunta qué estará haciendo.
Él tiene una fotografía que de ella que siempre ha conservado como un bonito recuerdo. Quizás esta niña se reconozca y puedan reencontrarse.
Esta historia es una demostración de que los niños tienen la magia de detener el tiempo y hacer que la imaginación vuele, así todo es mejor. Así la espera no desespera y un viaje largo puede hacerse muy corto. Cuando crecemos olvidamos ese espacio para distraernos de las preocupaciones y dejamos de lado a ese niño interior que está ahí esperando que juguemos un rato con él, es necesario para ser felices que mantengamos en nuestro corazón las virtudes de los más pequeños.
Así que no esperes más, toma un rato del día para sacar ese niño que habita en ti y si tienes la alegría de tener niños en casa, disfruta cada minuto junto a su compañía. A veces no podemos cambiar la realidad o ilusionar con expectativas que no se darán pero siempre podemos hacer que cualquiera que sea la realidad sea más divertida.
¡No dejes de compartir esta historia con tus amigos! Seguro que tienen alguna anécdota que contar.