Siempre escuchamos decir de todo lo que los padres son capaces de hacer por sus hijos. Pero, aunque menos usual, la verdad es que el amor de un hijo también puede ser infinito y es capaz de dar su vida por el cuidado y protección de su padre o madre. Así lo ha demostrado Phyllis Whitsell, una huérfana que creció al cuidado de unas monjas en el orfanato de Birmingham, en Coleshill.
Todos los recuerdos tempranos de Phyllis se ubican en el orfanato de Birmingham, la mujer no guarda ninguna imagen de su madre, quien la entregó desde pequeña a las monjas del orfanato.
Sin embargo, la falta de recuerdos no apaciguó el deseo de Phyllis por conocer a su madre biológica. Desde niña se le había hecho creer que su padre había muerto antes de su nacimiento y que su madre falleció cuando ella tenía pocos meses de vida.
A pesar de la sentencia, Phyllis nunca creyó que estaba sola en el mundo. Dentro de su corazón siempre hubo el deseo de abrazar a su verdadera madre. Incluso después de ser adoptada por una familia en Erdington, cuando sólo tenía 4 años.
Los padres adoptivos de Phyllis fueron buenos con ella y la mujer creció rodeada de amor e intentó adaptarse a ellos y a sus hermanos. Sin embargo, su deseo por buscar a su verdadera madre nunca la abandonó.
En 1981, cuando Phyllis tenía 25 años decidió que no podía continuar con la incógnita sobre su pasado y decidió ir tras la verdad. En ese momento, la mujer estaba de regreso en Birmingham, trabajaba como enfermera en el distrito, se había casado y estaba esperando a su primer hijo. Así que un día decidió visitar el orfanato en el que estuvo de niña. Allí descubrió el nombre de su madre biológica, Bridget Mary Larkin, conocida como Tipperary Mary.
Según pudo constatar, su madre sufría de alcoholismo y había llevado una vida de angustia y tristezas. Cuando joven, Bridget era abusada por su hermano mayor y huyó de Tipperary a Coventry, en esa etapa de su vida cayó en el alcoholismo. Phyllis pudo constatar que su madre la había visitado en reiteradas oportunidades en el orfanato y que la había entregado para protegerla de la vida que ella llevaba.
Con ayuda de un oficial pudo dar con el paradero de su madre. La mujer de 52 años vivía en circunstancias espantosas en el antiguo barrio rojo de Birmingham. En la comunidad la conocían como «la loca vieja Tipperary Mary», porque acostumbraba a gritar y ofender a la gente en la calle.
«Creo que si me hubieran dicho que era una asesina en masa, no la hubiera rechazado. Estaba tan decidida a conocerla. Pensé: ‘Esta es mi madre, voy a encontrarme con ella en cualquier caso’. Pero estaba nerviosa por visitar cuando estaba embarazada, así que lo postergué por unos meses», explica Phyllis.
Después de haber tenido a su bebé y al estar experimentando su propia maternidad, Phyllis no pudo darle más prorroga al asunto y decidió ir a conocer a su madre. Al visitarla con su uniforme de enfermera, la mujer no actuó con violencia y Phyllis logró acercarse a ella.
En medio de una sala sucia y destartalada, la mujer vio por primera vez a su verdadera madre. Durante la visita y entre los desvaríos de Bridget, la anciana comenzó a hablar sobre una hija a la que había abandonado. Esa niña era Phyllis.
«Mi corazón latía con fuerza cuando ella comenzó a hablar de mí. Ella sabía mi cumpleaños y el nombre del orfanato. La dejé hablar durante aproximadamente media hora, hasta que me sentí demasiado abrumada por todo. Prometí volver a verla, y cuando me iba, me acerqué y quitó un pedazo de cabello de mis ojos de una manera tan tierna, como una madre le haría a su hijo. Quería decir: ‘¡Estoy aquí, mamá! Soy yo’, pero algo me detuvo», recuerda Phyllis.
Esta enfermera estuvo visitando a su madre biológica cada semana durante 9 años. Phyllis se dedicó a cuidar y a alimentar a su madre; aunque no le resultaba sencillo ver cómo se iba deteriorando, producto de su avanzada edad y su alcoholismo. Sin embargo, nunca le reprochó nada.
Llegado el momento, Phyllis decidió contar a su madre quién era realmente ella, decirle que ella era esa niña a la que había abandonado, pero al hacerlo ya había sido muy tarde. La demencia de Bridget había progresado mucho y la anciana sólo estaba absorta ante la noticia, sin demostrar ninguna reacción.
Phyllis continuó velando por su madre hasta el momento de su fallecimiento. Esta noble mujer decidió relatar su historia para concientizar a las personas sobre lo importante que es valorar, cuidar y amar a sus padres.
Por muy difícil que haya sido su pasado, Phyllis jamás le reclamó nada a su madre. Comparte con tus amigos este increíble ejemplo de amor y perdón.