A veces hay situaciones en las que es difícil mantener la calma, pero solo los adultos son capaces de tener la inteligencia emocional que los niños construirán según el ejemplo que reciban. Entonces no se justifica gritar ni perder el control, hay que hacer lo posible por permanecer en completa calma pase lo que pase.
Estas son las razones por las que no debemos gritarles a los niños:
1.- Gritarles tiene el mismo efecto que un castigo físico
Quizás algunos padres piensen que el efecto de los golpes es peor que los gritos pero se ha comprobado a través de estudios que los niños que reciben gritos constantemente reflejan los mismos síntomas que aquellos que son víctimas de maltrato físico.
2.- No se logra el objetivo
Después que un niño recibe gritos y humillaciones se siente despreciado, su cerebro es vulnerable a cualquier expresión de violencia. Si el pequeño tiene una conducta inapropiada es muy probable que la causa esté ligada a los actos de los padres, pero la mayoría de las veces ellos culpan al niño.
Así que la solución es reflexionar y determinar qué está ocurriendo, si les gritamos y humillamos los niños no aprenderán lo que queremos enseñarles. Si adoptan la conducta que les pedimos será por miedo y jamás porque comprendieron los motivos.
3.- Las consecuencias psicológicas son graves
La depresión en los niños y adolescentes es causada por las humillaciones, gritos e insultos que reciben. Pierden la confianza en sí mismos, y también adquieren conductas inapropiadas causadas por el miedo y baja autoestima.
4.- Siempre debemos mantener la razón
Necesitamos mucha paciencia para criar a un niño, y guiarlos con firmeza no implica que tengamos un tono de voz agresivo ni alto, si conversamos con ellos enseñándoles de una manera cariñosa y respetuosa entonces comprenderemos que ser padres puede ser una tarea repleta de felicidad.
“El adulto eres tú”, hay que recordar esa frase y actuar con madurez, no esperemos de un niño más capacidad de autocontrol y resolución de conflictos que la que nosotros ofrecemos.
5.- Debemos enseñarles a los niños a controlar la frustración
Todos sentimos enojo y frustración algunas veces, es algo normal pero injustamente cuando los niños lo manifiestan (de la manera que saben hacerlo) en lugar de apoyarlos, de dialogar y enseñarles a reconocer sus emociones y a ofrecerles herramientas para controlarlas generalmente son reprendidos. ¡Qué injusto para ellos!
Si el niño percibe que sus padres pierden el control y atentan contra su autoestima ellos no se sentirán valorados, en lugar de acudir con confianza a sus padres para resolver sus problemas tratarán de desafiarlos. En lugar de comprender la conducta apropiada obedecerán por miedo pero cuando crezcan la rebeldía se hará presente.
El niño seguirá el ejemplo que ha visto, manejará los conflictos con gritos y violencia.
¿Qué pueden hacer los padres para evitar gritar?
En primer lugar, los adultos deben mantener la calma, generar respeto no pánico. La autoridad y el respeto se ganan, no se impone.
Para eso hay que hablar con calma, porque quizás por miedo el pequeño obedece pero cuando en la adolescencia desaparezca el temor entonces no tendrá motivos para respetar a unos padres que no lo respetaron a él, que no lo escucharon, que no valoraron sus necesidades emocionales cuando estas son las que realmente importan.
Muchas veces he escuchado a padres decir «¡Pero si mi hij@ lo tiene todo!, tiene una buena casa, tiene libros, los juguetes que ha querido, tiene dispositivos inteligentes, jamás le ha faltado nada», e incluso se lo dicen a los hijos para demostrarles que merecen algo a cambio, sin pensar que el pequeño se puede sentir culpable o una «carga» por lo que le ofrecen. Es un argumento completamente absurdo, brindarle las condiciones necesarias para crecer es un DEBER de los padres y un derecho de los menores, y eso no les garantiza la felicidad.
El abandono infantil no solamente contempla a los niños que viven en situación de calle o un albergue, hay muchos niños abandonados en sus propias casas delante de la pantalla de un televisor, o de un ordenador, o jugando solo la mayoría del tiempo.
Hay niños a quienes con el argumento de que «sean independientes» jamás los guían ni los acompañan en sus tareas escolares ni en las labores de la casa, ni a vestirse, ni a hacer amigos. Y eso también es abandono.
No hace falta gritar ni ofrecer amenazas, ni castigos físicos para que los niños sepan quién es la autoridad. Para eso lo único que hace falta es RESPETO y AMOR, el mismo respeto que le damos a cualquier ser humano adulto, el amor que necesita un ser indefenso para descubrir el mundo y la paciencia y tiempo que le debemos porque es nuestra responsabilidad absoluta criarlos, simplemente porque ellos no pidieron venir a este mundo.
La disciplina no tiene nada que ver con maltrato, se trata de establecer los límites explicándole todo al niño y siendo constantes y firmes. A veces la firmeza desaparece según la conveniencia y comodidad de los padres y lo único que genera en el niño es confusión y desconfianza. Ahí es cuando comienzan los problemas.
Nadie dijo que sería fácil, pero es el compromiso de los padres criar a niños que después no tengan que lidiar con trastornos para recuperarse de su infancia. Si todos los padres del mundo utilizaran la crianza respetuosa y con apego tendríamos la sociedad que tanto soñamos.
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