Han transcurrido ya 5 días y 4 noches, desde que Ana Julia Quezada, la asesina confesa del pequeño Gabriel Cruz, ha permanecido recluida en la prisión almeriense de ‘El Acebuche’, desde que se declarara culpable del asesinato del hijo de su pareja, Ángel Cruz.
El ala femenina de la cárcel consta con 50 celdas en forma de L, en una de las cuales se encuentra Ana Julia, completamente aislada del resto de convictas. Sin embargo, pasa acompañada las 24 horas por una interna de apoyo, conocida popularmente por «presa sombra».
Quezada permanece ahí todo el tiempo, come y cena en su celda, que es un cubículo reducido, interno, sin cara al patio central, al cual solo sale un momento en el día para tomar aire, cuando no hay ninguna presa en la zona.
En su celda tiene una televisión, por lo que puede estar al tanto de las noticias y de lo que se habla de ella en el mundo exterior en torno al caso de su víctima. Además, tiene la posibilidad de hacer llamadas y recibir visitas.
Desde su ingreso, se han seguido las normas de protocolo que se aplican en los casos de los presos recién recluidos, como las de antisuicidios, y otras medidas especiales para evitar agresiones o problemas de seguridad en la cárcel.
Además, si la presa no expresa lo contrario, se le administran ansiolíticos para evitar cualquier cuadro depresivo crónico, que pueda llevarle a una amenaza de suicidio, relató su abogado Esteban Hernández, quien la visitó el pasado sábado.
Hernández manifestó que al hablar con la reclusa manifestó estar totalmente «arrepentida» y especialmente afectada por el daño causado a Ángel Cruz, el padre del pequeño a quien mató con un hacha y asfixiándole con sus propias manos, después de proferirle enfermizos insultos.
«Ana Julia no ha dejado de preguntar y preocuparse por la situación y el estado de salud de Ángel Cruz», relató su abogado.
Además, otras fuentes revelaron que Ana Julia ha hecho llamadas a familiares para pedir dinero, «lo único que desea es que su estancia en la prisión de «El Acebuche» sea más llevadera».
Pero por otro lado, en contraste a ese supuesto arrepentimiento, funcionarias de la institución penitenciaria han manifestado su estupor al ver cómo se dirige a ellas con la normalidad más absoluta y con «excesiva cordialidad».
Han escuchado a Ana Julia llamarlas, como: «cariño mío», o «amor mío», por lo que han tenido que llamarle la atención, recordándole que debe guardar una relación de respeto a la autoridad.
Según el abogado, el mayor temor que tenía Ana Julia antes de entrar a prisión era el tener que enfrentarse al resto de reclusas. Pero por lo visto, ese mal rato no lo está pasando, llegando a manifestar una tranquilidad que asombra.
Esperemos que los días en la prisión sirvan para que esta mujer verdaderamente recapacite sobre sus actos, pero que al mismo tiempo se sigan con extremada diligencia los protocolos para que hasta la última coma de la ley caiga sobre sus espaldas y por justicia, pague por todo lo que ha hecho. Comparte esta noticia con tus amigos.