Sabemos el terrible efecto adictivo que pueden provocar las drogas. Cada vez son más las personas, hombres y mujeres, que caen presos del consumo de este veneno letal. Pero cuando se trata de madres en período de gestación las que ingieren esas peligrosas sustancias, entonces las consecuencias son peores aún.
Y los que más vulnerables se vuelven por esa irresponsable decisión son justamente aquellos bebés, hijos de madres adictas.
Pero no todo está perdido. Actualmente, en varios hospitales de Estados Unidos, muchos bebés de madres adictas a heroína o a medicación ordinaria, como los analgésicos, están recibiendo toda la atención y el cariño que necesitan durante sus primeras semanas de vida por voluntarios, que tienen la exclusiva misión de abrazarlos.
Los hospitales y centros que hicieron esta convocatoria a voluntarios, en un abrir y cerrar de ojos, consiguieron una respuesta unánime. Fueron muchas las personas deseosas de apalear la falta de contacto físico y la dura situación a la que se enfrentan los recién nacidos en sus primeros días de abstinencia, ya que tienen que dejar de recibir las drogas que les proporcionaban sus madres en su vientre.
Muchos estudios confirman la conveniencia del contacto corporal en los primeros días de nacimiento. De ahí, la necesidad del reclutamiento de voluntarios para abrazar y acurrucar a los bebés.
La situación adictiva de estas criaturas hace que tengan que pasar semanas o meses en el hospital, mientras logran deshabituarlos gradualmente de las sustancias que ingerían. Normalmente sus padres no están presentes y sus madres, en terapias de rehabilitación.
«Los recién nacidos necesitan sentir amor, y una voz suave para consolarlos cuando sienten dolor», dice Mary Ann Malloy, jefe de enfermería de la unidad de cuidados intensivos neonatales en el Centro Médico Einstein, Filadelfia.
«Y los padres se sienten mejor sabiendo que hay alguien que está meciendo y abrazando a su bebé, cuando ellos no pueden estar».
Los voluntarios ayudan a que no lleguen a ese punto. Los cargan antes del primer llanto.
Estos bebés sufren de síndrome de abstinencia neonatal (SAN) y sus síntomas varían, dependiendo de las sustancias que tomaba la madre, pero pueden incluir llanto excesivo, fiebre, irritabilidad, respiración rápida, convulsiones, trastornos del sueño, temblores, vómitos hasta sudoración. Afortunadamente, algunos bebés han respondido positivamente con un rápido aumento de peso.
De acuerdo con el Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, cada 25 minutos nace un bebé con síndrome de abstinencia neonatal. Estudios provenientes de un centro médico en Pensilvania confirmaron que los casos de bebés adictos se dispararon en un 250% de 2000 a 2015.
Actualmente, algunos hospitales como el “Thomas Jefferson University Hospital”, de Filadelfia, tienen un curso de capacitación de cuatro horas para sus «abrazadores». Siguen un proceso de selección y luego son entrenados para su labor, hacen turnos de tres horas supervisadas.
Tantas personas se inscribieron al programa de abrazos de ese hospital que ya no pueden aceptar más voluntarios nuevos hasta mediados del año.
Da alegría saber que ante la difícil situación a la que se tienen que enfrentar estos bebés, hay corazones solidarios que responden. Bien se sabe que madre no solo es quien concibe, sino también quien proporciona cariño y cuidados. Ojalá esta práctica de voluntariado se siga extendiendo para aliviar en algo la carga que tienen los centros hospitalarios.
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