El coronavirus ha cambiado la vida de todos en muchos aspectos y la docente Carolina Espinoza no está exenta a estos cambios, sólo que para ella ha resultado mejor sacarle los dientes a la pandemia y no dejarse arrancar algo que jamás podrá dejar de amar: la educación.
Con un espíritu altamente comprometido con la enseñanza y una pizarra y marcadores, Carolina tomó una bici como su fiel transporte para llegar al hogar de cada uno de sus alumnos. Esto sin importar qué tan lejos quedaran las viviendas.
El horario de trabajo de Carolina durante la pandemia se ha vuelto más exigente de lo habitual pues ahora sale muy temprano de casa para entrar puntual a su clase con los jóvenes de quinto grado de educación básica vía Internet y alrededor de las 11:00 am comienza su clase con los chicos de séptimo año pero el trabajo no queda ahí.
Esta entregada docente sale todas las tardes a visitar a esos alumnos que por una u otra razón no pudieron tomar la clase en línea. Algunos de ellos no tienen ordenador o un teléfono inteligente, mientras que otros no cuentas con el servicio de Internet o, simplemente, ese día no tuvieron buena conexión.
A Carolina no le importa cuánto deba pedalear con tal de que sus estudiantes aprendan.
Sin importar cuál sea la causa, Carolina toma sus libros y apuntes para explicar personalmente a esos estudiantes que se ausentaron a la clase.
“Cuando veo el monitor noto que tengo 30 estudiantes y son 45, me faltan 15, entonces, por esos 15 salgo a entregar (las fichas) con mi pizarra pequeñita a explicarles. Si no se ha conectado es porque no tiene Internet o no tiene ordenador. Acá en Playas la necesidad es terrible. A veces hay un solo teléfono para los cuatro hijos que estudian y en unas ocasiones coinciden los horarios de estudio”, contó Carolina,
Esta docente entregada labora en la Escuela Juan Bautista Yagual Mite, en Playas Villamil, cantón de la provincia del Guayas, Ecuador, y decidió iniciar con este bello gesto sin que nadie se lo pidiera.
Carolina explicando una lección a uno de sus estudiantes.
Carolina conoce la precaria situación de mucho de sus niños, así que quiso apoyar con mucho amor a sus estudiantes.
“La sonrisa de ellos me motivó. Ellos me agradecen. Me dicen que me quieren, que me aman… me quieren abraza, pero les digo que no porque tenemos que cuidarnos, pero yo sé que me quieren. ‘Nadie hace lo que usted hace por nosotros’ me dicen”, comentó Espinoza.
La educadora toma sus medidas pertinentes para protegerse y proteger a los chicos del Covid-19.
Esta docente se planifica con rigurosidad para poder visitar semanalmente a cada uno de sus alumnos sin acceso a las clases en línea y planea hacerlo el tiempo que sea necesario para que ninguno de sus pequeños pierda el año escolar. No caben dudas de que tiene una gran vocación que la anima a vencer cada dificultad por ellos.
Aunque su sueldo no justifique el trabajo que hace, la sonrisa de sus niños es su mejor pago. Comparte la historia de Carlina y dale el reconocimiento que se merece por su gran corazón.