Vivimos una época en la que el tiempo es el bien de mayor valor en la sociedad, y el más requerido. Y aunque tener tiempo para desempeñar una labor no garantice que esta se realice de la mejor manera, el tiempo que dedicamos a algo, siempre es valioso.
Es bien sabido que la labor del docente no se limita al aula de clases, sobre todo, después de que se desatara la pandemia de coronavirus; el educador planea, califica, vigila y muchas veces orienta al estudiante fuera de los horarios establecidos, sin que este tiempo sume en su horario de trabajo, mucho menos en su salario.
Pero a Israel Redondo Vilchis, la vocación docente le vino otorgada por la Providencia en un conjunto de intereses, necesidades, aptitudes, ideales y circunstancias personales que, al fusionarse, hicieron que se sintiese atraído hacia la profesión.
Este profesor es capaz de afrontar cualquier reto con tal de enseñar; tres veces por semana se coloca su casco, toma su bicicleta y recorre 8 kilómetrospara llegar a las comunidades más alejadas de Huejutla, en Hidalgo, México, y apoyar con sus actividades académicas a niños que no cuentan con Internet ni televisión.
A pesar de estar titulado, Vilchis no cuenta con un contrato por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP) estatal, y durante nueve años ha vivido gracias a contratos que duran entre tres y seis meses.
El problema es que no ha sido contratado durante todo lo que va de pandemia. Es evidente que ni aún esto lo detiene para seguir educando.
“Las comunidades a las que voy no tienen Internet o televisión, por lo que se les está complicando esta situación del ciclo escolar. En muchos casos los papás no están, trabajan fuera y con quien se quedan a vivir es con los abuelitos que, pues no saben leer, entonces había niños que no habían hecho nada desde que se inició el trabajo a distancia”, aseguró.
El hombre es consciente del grave problema en la formación de los niños que esta nueva realidad supone, ya que, y como él mismo muy bien lo expresa, si dentro de los salones de clase, estando los profesores con sus alumnos es complejo, en casa, sin tener quien los atienda, se encuentran en el desamparo.
“Si dentro del aula se batalla con los niños y estando nosotros ahí, ahora hay que imaginar en casa que no tienen quien los apoye, batallan demasiado, pero eso es lo que trato de hacer, que hagan más llevadero este ciclo los casi 40 alumnos a los que estoy apoyando”, indica Redondo Vilchis.
Para ofrecer más apoyo, Israel ha construido una mesa en su casa para tener un espacio donde poder trabajar con dos grupos más de alumnos de su comunidad, Tehuetlán, tanto de preescolar como de primaria.
Trabaja con el material que envían sus profesores, pero también saca copias, sin importar los kilómetros que debe recorrer. Los maestros siguen mandado material, algunos trabajan con el apoyo de los padres, pero en las comunidades se hace un poco más pesado por la falta de acceso a la tecnología.
Un buen docente o profesor no se define por su actividad, sino por el sentido que da a ella. Lo intelectual se supedita a un interés mayor: la capacidad de desarrollar la vocación de otro.
El educador es aquel que dispone su vida y acciones al servicio de los demás.
Esperamos hacer visible este gesto para que las autoridades apoyen a este y a todos los demás profesores en la misma situación con un contrato definitivo. Comparte esta historia increíble de verdadero amor a la profesión con tus seres queridos.